Borrar
Urgente Cortada la GI-627 en Leintz-Gatzaga por un desprendimiento
Pedro Vizcaíno sirve una de sus últimas cañas antes de dejar el bar Irrintzi, en el que ha estado dieciocho años. I. CASTAÑO
Ponme la penúltima, Pedro

Errenteria

Ponme la penúltima, Pedro

Después de 18 años en el centro de Errenteria, el hostelero del bar Irrintzi traspasa el local y, «orgulloso», pondrá fin este sábado a toda una vida profesional en la barra

Iker Castaño

Errenteria

Viernes, 17 de febrero 2023, 21:10

Si a lo largo del día de este sábado se dan una vuelta por el centro de Errenteria, pueden tener el dulce privilegio de ser una de las últimas personas que Pedro Vizcaíno (Errenteria, 1964) le sirva una caña en el bar Irrintzi. El hostelero errenteriarra no cerrará la persiana al término de este día –traspasa su local a una pareja joven con la misma filosofía–, pero sí recogerá sus objetos personales y ya no volverá a servir a su fiel clientela. Se jubila. Para «vivir un poco la vida», afirma, después de haberse dedicado casi toda ella a esta «bonita pero dura profesión».

Visiblemente emocionado (no es para menos), hace un recorrido desde sus inicios. «Empecé a trabajar con 14 años en hostelería. Mi primer trabajo fue en un bar de Beraun, estuve tres años. Luego pasé seis meses a un hotel en Donostia, veintiún años en el bar de Carrefour y dieciocho años aquí. Aunque parezca mentira, toda mi trayectoria la he hecho en hostelería, 42 años y medio trabajados y cotizados solamente en cuatro sitios».

La mitad de su vida profesional la ha pasado en el Irrintzi, en pleno centro del municipio, aunque asegura que los momentos no fueron sencillos. «La vida era mucho más complicada. Este establecimiento llevaba cerrado nueve meses, nadie quería entrar por los problemas que había en la calle. Desde el Ayuntamiento eran reacios a darte la autorización para que abrieras el establecimiento ya que no tenía licencia ninguna, simplemente era un local. Realizamos las obras que había que acometer (insonorización, rampa, etc.) y ya no pudieron decirme que no. Afortunadamente la vida ha cambiado mucho de lo que era a lo que es hoy en día», rememora. «Así me metí, vi la oportunidad de poder llegar a tener algún día algo para mí y mi familia y aposté todo por el Irrintzi: mi casa, mis ahorros… Gracias al trabajo me ha ido bien. He salido adelante», se alegra.

El dato

  • 40.000 cañas aproximadamente ha tirado en los dieciocho años que lleva trabajando en el bar Irrintzi, una media de 2.200 por año y 183 por mes, aunque «ha dependido mucho de cada época»

Ahora, «después de que me operaran el año pasado y gracias a que me ha salido una oferta interesante», le ha llegado el momento para poner punto y final. «Me siento orgulloso de haber trabajado en cuatro sitios y haber cumplido mi periodo de trabajo, pero ha llegado el momento de echarme para adelante y disfrutar de la vida», indica mientras uno de sus clientes habituales le despide cariñosamente. «Que te vaya bonito», le desea con una palmadita en la espalda.

«No quise trabajar la noche»

A lo largo de estos dieciocho años las ha tenido de todos los colores. Crisis, pandemias... pero «como todo, pasó, y salimos adelante», confiesa. La época del virus «no fue tan dura, hubo ayudas del Gobierno Vasco, Gobierno central, Ayuntamiento...», apunta. «Costó al principio, porque estás en el centro, te tiene que conocer la gente, a ver qué hacías, qué servías... Nos adaptamos perfectamente con el servicio de terraza, geles o distancia entre mesas», afirma. Recuerda «el alivio que suponía cerrar a las 20 horas en vez de a las 00 horas. Fue una maravilla, no lo había conocido nunca», reconoce Vizcaíno.

En parte porque «nunca me gustó trabajar la noche». Él siempre se decantó por «ir a mi casa y estar con mi mujer y mis hijos. Si hubiera trabajado a la noche esos años te hubiera llevado a esa esquina y posiblemente no hubiera estado en casa. Mi intención siempre fue estar cerca de mi familia. Cuando cogí esto mis hijos eran pequeños, la niña tenía tres años y el niño cinco. Fue duro pasar de estar mucho tiempo con ellos a no verles», admite. Ahora sus hijos ya tienen una edad, de hecho Beñat (el mayor), además de su mujer Dori, le vienen ayudando en este último periodo «para darme el empujón».

«Es el pueblo de los egunas»

Un empujón que «es bienvenido» tanto ahora en su última fase como en los comienzos. «La vida del hostelero es dura. Cuando trabajas para una persona haces tu horario, pero cuando llevas tu el ritmo es duro. Te tienes que enfrentar al día a día de la hostelería y luego de los empleados. Hasta que empiezas a tener una plantilla acorde cuesta mucho. Cuando la consigues, siempre falla por algún lado», sostiene rememorando los primeros años. «Cuando lo cogí, nadie quería trabajar en hostelería. Hacías un contrato, empezaban a fallar y tenías que pagarles los meses restantes. El dinero se lo llevaban los empleados», recuerda. Ha tenido una media de tres trabajadores.

Solo en el Irrintzi calcula que ha llegado a tirar «40.500 cañas, medio barril cada día», pero aclara que «no es lo mismo en enero que en julio o un lunes que un sábado». Antes de despedirse definitivamente, resume Errenteria como «el municipio de los egunas. Sagardo eguna, Erromeria eguna… Hay muchas fiestas que te ayudan mucho a sobrellevar el año aparte de las Madalenas», donde más venta ha tenido. Ahora sí, cierra el círculo. Manda un mensaje de «agradecimiento: al pueblo, a los clientes y al Ayuntamiento por la paciencia. Habré intentado ser amable con todos y no lo habré conseguido. Siempre quedará eso ahí. Agur».

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariovasco Ponme la penúltima, Pedro