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ELENA VIÑAS
PASAIA.
Martes, 9 de octubre 2018, 00:20
Situada en el barrio de Andonaegi, la Guardería María del Pilar Izquierdo es un referente en la vida de Trintxerpe desde hace varias décadas. Su edificio ha sido distinguido hace escasos días con la colocación de la placa Docomomo (acrónimo en inglés de Documentación y Conservación de los edificios, entornos y barrios del Movimiento Moderno), una organización internacional creada en 1990 con el fin de inventariar, divulgar y proteger el patrimonio arquitectónico moderno del siglo XX.
Su valor desde este punto de vista era desconocido para quienes viven alrededor de dicho inmueble. Igualmente desconocida resulta la historia de su construcción, repleta de dificultades. La hermana Concepción Gómez, perteneciente a la congregación religiosa Obra Misionera de Jesús y María, quien la vivió en primera persona, rememoraba aquellos años durante el acto organizado por el Colegio de Arquitectos Vasco-Navarro. Su relato se remontaba a 1958, cuando la congregación, con ayuda de un cura, solicitó una entrevista con el obispo para trabajar en los sitios «más necesitados» del territorio, mientras se trataba de beatificar a María del Pilar Izquierdo, su fundadora, fallecida años antes en San Sebastián.
«El obispo le dijo que la zona de Pasaia estaba entonces muy necesitada de asistencia social porque venían muchísimos trabajadores para la pesca, para la metalúrgica... Además, aquí no había ningún instituto religiosa y a las hermanas les pareció bien venir a trabajar a este lugar», recordaba, mientras añadía que el mayor problema que encontraron fue dar con un piso que poder alquilar para vivir, pues «no había ni un rinconcito» libre en la población.
Con ayuda de unas personas que se fueron a trabajar durante un año a Barcelona, se hicieron con una vivienda de renta en noviembre de 1958. Se hallaba en Euskadi Etorbidea, en el mismo edificio que fue pasto de las llamas la Nochevieja de 2013. «A finales de diciembre ya llevaban visitadas cuarenta casas y un total de seiscientas familias. Se atendía a los enfermos o se lavaba la ropa a las mamás que no podían hacerlo», indicaba.
En aquella época, el arquitecto José María Yturriaga Dou había proyectado diferentes grupos de viviendas sociales en los alrededores de Trintxerpe. El sacerdote que ayudaba a las religiosas recurrió a él para que intercediera en la compra de una parcela en la zona alta de este distrito de Pasaia, en las faldas del monte Ulia. La empresa tuvo final feliz.
Según explica la hermana Gómez, «como el arquitecto le ayudó en la compra del terreno, le encargó también a él el diseño de los planos para la construcción de lo que pretendía ser una clínica infantil, escuelas y guardería. A él, que era un gran arquitecto, se le ocurrió la idea de darle forma de barco, con la torre como mástil. No ahorró en los planos, pero a la hora de construirlo, el proyecto era imposible. Para empezar, lo ideó en hormigón armado que se usaba en aquella época. Lo dotó, además, de grandes cristaleras y muchas claraboyas. El proyecto era especial, muy bonito, esbelto, llamativo... se veía desde lejos. Luego se construyó alrededor y el barco se fue ocultando».
La edificación del inmueble se presupuestó en cuatro millones y medio de las antiguas pesetas. Una fortuna para aquel tiempo y más teniendo en cuenta que las monjas únicamente contaban con 220.000 pesetas, aportadas por «un señor que había conocido a nuestra madre fundadora y que consiguió el dinero vendiendo las joyas de su esposa cuando ésta murió».
El 6 de mayo de 1960 pagaron al arquitecto 78.000 pesetas por su trabajo y por los correspondientes permisos, y se colocó la primera piedra de la obra. Un año más tarde, el Gobierno de Gipuzkoa les concedió 50.000 pesetas para empezar a colocar el tejado.
«También pedimos dinero a los presidentes de las cajas de ahorro, a la Diputación de Gipuzkoa, al Ayuntamiento de Pasaia, a los armadores, al Secretariado de Asuntos Sociales... Las hermanas pedían limosna en San Sebastián por los sitios de gente más pudiente para poder hacer realidad esta casa, pero había unos pozos enormes de deudas. El arquitecto no ahorraba en materiales y ponía, por ejemplo, buen mármol», declaraba.
El 3 de noviembre de 1961 empezaron a vivir en el sótano. Aún no se había conectado a la luz y ni siquiera tenían puerta de entrada. «La primera noche pusimos unos tablones de las obras para poder dormir seguras», señalaba. En mayo de 1962 la guardería ya agrupaba una treintena de niños. «La primera niña era de una madre soltera que pudo, de esta forma, comenzar a trabajar», apuntaba.
Sin embargo, todavía quedaba por construirse la octava parte del edificio. En 1966 se renovaban las obras gracias a un «ahorrillo» de 300.000 pesetas, pero el presupuesto inicial había ascendido hasta los cinco millones. En 1967 lograban una nueva partida económica gubernamental y un año más tarde, comenzaban a colocar las baldosas del suelo. «En 1969 los trabajos continuaban adelante, pero muy lentos, porque se acumulaban muchas deudas», recordaba.
No fue hasta agosto de 1970 cuando se inauguró el inmueble, diez años después de haberse colocado la primera piedra. El número de niños que acudían a este servicio ascendía ya a 160. Para presentar la obra «de manera oficial» se celebró el 25 aniversario de la muerte de la fundadora con una primera misa en la capilla proyectada en su interior, aún carente de imágenes. Asistieron autoridades locales y provinciales.
No fue hasta 1972 cuando se consagró el altar de la mano del obispo y se finalizó la obra de la clínica. En un principio, ésta estuvo destinada únicamente a niños, pero más tarde también se atendió a personas mayores. Para el año 1973 se habían realizado en ella 375 operaciones recurriendo a anestesia general. El primer menor al que se operó fue, casualmente, el hijo del arquitecto José María Yturriaga Dou.
Los malos momentos comenzaban a formar parte del pasado. «Supuso un terrible trabajo y preocupación el poder conseguir el dinero para hacer realidad este edificio. Íbamos pagando poco a poco a todo el mundo», aseguraba Concepción Gómez.
Con el tiempo, la clínica cerró sus puertas, no así la guardería que continúa actualmente en funcionamiento, a pesar de que el número de niños que acuden a ella ha ido reduciéndose en los últimos años. «Queremos que el inmueble se conserve para el mismo uso social para el que fue concebido», manifiesta la directora del centro infantil, María Asunción Ganado, quien confiesa que ahora mismo atraviesan «una crisis de niños». «Esperamos que las familias sigan trayendo a los menores a nuestro centro», desea, al tiempo que realiza un llamamiento al Ayuntamiento de Pasaia. «Esperemos que nos siga ayudando como a lo largo de la historia para que podamos seguir adelante con nuestra labor», concluye.
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