Un agridulce sabor generacional
Repensar Euskadi ·
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Ni la nostalgia de los jóvenes ni el paternalismo de los mayores son una buena respuesta para los retos socioeconómicos y medioambientales actuales y futurosLas personas jóvenes miran con nostalgia la situación de sus padres a su edad. Suspiran que, con treinta años, contaban con trabajos estables, sueldos dignos, una hipoteca y un par de hijos. Toda una quimera para gran parte de los jóvenes de hoy en día. ... Además, desde la implosión de la burbuja financiera e inmobiliaria en 2008, se ha instalado la narrativa de que esta va a ser la primera generación que viva peor que sus padres. Siendo, a la vez, la mejor formada.
Admitiendo que las personas jóvenes no tienen nada fácil construir un futuro y una familia ¿qué hay de cierto en todas estas reflexiones? ¿realmente viven peor que sus padres? ¿cuál es la situación de la juventud en Euskadi? Para responder a estas preguntas hay que hilar fino, y lanzar una mirada a la evolución de la situación política, económica y medioambiental.
En primer lugar, se puede afirmar que las personas jóvenes viven una situación política mucho mejor que las de sus padres y abuelos. Han nacido y crecido en democracia, sin padecer el ensimismamiento sociopolítico del franquismo. España es desde hace casi cuatro décadas miembro de la Unión Europea, lo que abre un mundo de posibilidades para viajar, estudiar y trabajar en el Viejo Continente. Y, más cerca de casa, desde hace una década las personas jóvenes no tienen que soportar la violencia de ETA, ni crecer bajo su discurso autoritario.
Esta evolución ha derivado en el reconocimiento y conquista de nuevos derechos políticos, y una mejor ventilación democrática. A modo de ejemplo, en las últimas décadas se han dado pasos significativos en materia de derechos sexuales y reproductivos. Aunque, obviamente, quede mucho por hacer y siga existiendo la lacra de los fanáticos que insultan y violentan a personas por su orientación sexual y/o política. Como el terrible asesinato de tintes homófobos ocurrido en A Coruña, o la feroz agresión a un joven en Vitoria-Gasteiz por sus ideas políticas.
En el plano económico las cosas no pintan tan bien como en el político. Según un reciente estudio de FEDEA, las personas jóvenes cobran entre un 25% y un 50% menos de sueldo que sus padres a su edad. Un hecho que, unido a la precarización del mercado laboral y a dos graves crisis en apenas una década, reduce de forma drástica las oportunidades vitales de los menores de 35 años. Asimismo, tanto el precio de la vivienda en propiedad como en alquiler se ha disparado a cotas astronómicas convirtiéndose en un bien de difícil alcance, a pesar de ser de primera necesidad para forjar un proyecto de vida.
La combinación de mayores derechos políticos con un progresivo deterioro de la situación económica y laboral deja un agridulce sabor generacional. Durante las últimas décadas ha habido espectaculares avances democráticos y en materia de derechos en España y Euskadi, pero a la vez se ha disparado la precariedad y la incertidumbre económica. En otras palabras, el plano social y político es más favorable para los jóvenes que lo que lo fue para sus padres, pero la situación salarial, económica y laboral es francamente peor.
Por ello, las generaciones más jóvenes deben darse cuenta de que seguramente gocen de las mayores cotas de derechos y libertades de toda su genealogía, mientras que las personas más maduras deben ser más sensibles ante la complicada situación económica a la que se enfrentan las personas jóvenes.
Asimismo, todas las personas mayores de 18 años tenemos que hacer una última reflexión. A menos que atajemos de forma radical las emisiones de carbono y la degradación medioambiental, la generación que seguro que vivirá peor que las anteriores es la que está en camino. La crisis climática es un evento extremo que puede poner en tensión nuestro estado de derecho y de bienestar, además de agravar la situación económica general. Una bomba de relojería para las personas que a día de hoy están en su infancia y adolescencia.
Frente al agridulce regusto generacional, hay que arreglar cuanto antes la precariedad laboral de las personas más jóvenes, ser conscientes de que los precios de la vivienda no pueden desbocarse sin provocar una fractura social y atajar cuanto antes la degradación climática. En resumen, hay que poner el acento en la mejora salarial, de acceso a vivienda y medioambiental.
Ante las distintas situaciones generacionales huyamos de la nostalgia reaccionaria, los lugares comunes y las frases hechas. No sé si cualquier tiempo pasado fue mejor, pero de lo que estoy convencido es que ni la nostalgia de las personas más jóvenes ni el paternalismo de las más mayores es una buena respuesta para los retos socioeconómicos actuales, o los retos medioambientales futuros.
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