Corría el minuto 95 del pasado domingo cuando el pitido final emitido por el silbato del juez de campo ponía un broche de oro a la consecución, otrora inalcanzable, del principal objetivo del club: competir en la máxima competición de fútbol europeo como el primero ... de los equipos terrenales de la liga nacional. Tras unas primeras celebraciones llenas de lógico júbilo y mientras los jugadores enfilaban el túnel de vestuarios para recibir las felicitaciones de su líder, me vino a la mente una reciente ponencia de don Xavier Marcet, referente actual del management humanista y del que me declaro fiel seguidor. En ella, este reputado experto en estrategia, innovación y transformación, desgranaba algunas de las principales claves que, según su experiencia, diferencian a aquellas entidades mediocres de aquellas que tienen éxito en la consecución de sus objetivos y, por tanto, de su viabilidad.
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Aspectos clave para el éxito tales como la existencia de un líder auténtico con clara vocación de servicio y un equipo con talento, impregnado en valores esenciales como la humildad y el esfuerzo al servicio de la empresa, parecían confluir en los dos planos: el teórico de la ponencia y el práctico del club objeto de análisis.
Si bien en palabras de Vujadin Boskov, «fútbol es fútbol», no es menos cierto que los valores anteriores resultan claramente extrapolables al campo de juego de nuestro tejido económico como base de partida fundamental de los diversos factores que dan forma a todo proyecto empresarial de éxito.
Sin embargo, a diferencia de una actividad como la balompédica, en la que las reglas de juego apenas se han alterado de forma relevante en sus más de cien años de historia, el mundo económico que nos rodea está siendo sometido a constantes cambios de gran calado. Las reglas de todas las actividades empresariales varían continuamente y cada vez con mayor celeridad.
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Episodios recientes ocurridos en la última década como la crisis financiera global, la pandemia de Covid 19, la crisis de los microchips, la invasión de Ucrania o el período de estanflación en el que parece podemos entrar no hacen sino confirmar que estamos inmersos en un cambio de época. Muchas de las reglas de juego de ayer apenas son válidas para hoy, quedando en desuso muchos hábitos empresariales que hasta hace bien poco parecían inamovibles.
Todos estos episodios centrales que acabamos de mencionar no pueden atribuirse exclusivamente a un cúmulo de casualidades y son muchos los retos a futuro que debemos afrontar. Retos como la evolución de la Inteligencia artificial o las consecuencias del omnipresente cambio climático se nos presentan cargados de incertidumbre y como generadores de un más que presumible impacto económico en la economía. Estos desafíos refuerzan el convencimiento de encontrarnos en un cambio de época y ponen ante nuestros ojos una perentoria necesidad para las empresas: añadir a las claves de éxito «tradicionales» otras tan relevantes como la necesidad de contar con una elevada agilidad estratégica, una mayor capacidad de síntesis y una predisposición líquida de aprender y desaprender continuamente sin desfallecer en el intento.
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Haciendo un símil con el mundo del fútbol, con el que introducía el presente artículo, es como si en la mitad de un partido el balón se vuelve cuadrado, las porterías oscilantes y debemos instantáneamente sintetizar la situación, modificar nuestra estrategia, desaprender la forma de jugar anterior y aprender un nuevo modo de juego, todo ello a los efectos de lograr el mismo objetivo: que el balón entre en la portería o, lo que es lo mismo, que la empresa siga siendo exitosa con unos clientes plenamente satisfechos.
Estamos inmersos en nuevos tiempos, repletos de cambios relevantes en los paradigmas económicos que nos han acompañado hasta hace bien poco. Como acertadamente indica el profesor Marcet, «toca ejecutar y aprender, explotar y explorar, aprender haciendo». Y todo ello al mismo tiempo, obligando a la empresa a trabajar y desarrollar continuamente hábitos que favorezcan la agilidad en las decisiones. La agilidad como parte esencial del management presente y futuro.
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Bienvenidos a la economía líquida.
Para todo lo anterior las empresas necesitan partir de un liderazgo que sea capaz de impregnar con el ejemplo estos nuevos valores en todos los estamentos de la compañía de manera que queden interiorizados en el día a día de todo el equipo que la conforma permitiendo con ello una rápida adaptación a los cambios que no merme nuestra estadística de «tiros a puerta». Tal y como indicó Don Alfredo Di Stefano, la mítica saeta rubia, «ningún jugador es tan bueno como todos juntos».
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