Al menos desde 1988 el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático viene advirtiendo acerca del crecimiento en frecuencia e intensidad de las perturbaciones medioambientales. Desde entonces, el número de desastres naturales se ha triplicado, elevando en la misma medida el censo de víctimas. La DANA ... más devastadora de la historia de España, la que conmociona al país en estos días, tenía precedentes.

Publicidad

En 1957 otra semejante desbordó el Turia, ochenta muertos. Volvió a repetirse en 1982 y el 1987. Veinte años después del desastre del Turia, se desvió su cauce para evitar otra catástrofe de la misma magnitud. Antes, en 1969, se había construido el embalse de Forata sobre el Júcar, el que hoy ha contenido la mitad de esta DANA. De otra manera, esa cifra intolerable, un largo centenar de víctimas mortales, hubiera sido mucho mayor.

La pregunta quema: ¿Qué se ha hecho desde entonces para atenuar su impacto, cuando estamos sobrados de datos que monitorizan estos fenómenos devastadores? ¿En qué invierten lo que recaudan con nuestros impuestos las administraciones públicas? Poco o nada en prevención. ¿Cuánto en reparación?

Para esta DANA se emitió una alerta tardía e insuficiente, comparable a la que precedió al riesgo volcánico previo a la erupción del volcán Cumbre Vieja en La Palma, en 2021, la mayor catástrofe natural de Europa en este siglo. Los sismólogos venían advirtiéndolo desde 2017. No se hizo nada. Eso sí, llegado el momento de las condolencias, allá estaba el presidente del Gobierno prometiendo ayudas sin cuento. Como ha sucedido en Valencia. Qué fácil es prometer.

Publicidad

Pasemos de las promesas a los hechos: tres años después, los afectados por la riada de lava del Cumbre Vieja siguen esperando los cien millones prometidos. En condiciones sangrantes: no sólo porque ahora viven alojados en contenedores. La munificencia gubernamental estableció como ayuda por la destrucción total de una vivienda, primero 30.000 euros, luego 60.000. Sin duda, el valor de mercado de las que ocupan nuestros muy solidarios ministros y diputados. Entre tanto, una treintena de afectados por los terremotos de Lorca, en 2011, aguarda los 200.000 miserables euros –para todos– prometidos por la Administración central.

«Qué solos se quedan los muertos», escribió Bécquer. Tanto más solos se quedan los vivos después de una calamidad como esta. Cuando ya no sean noticia, los olvidaremos. Y habrá más DANAS, pero seguiremos leyendo la palabra al revés: NADA cambiará.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete los 2 primeros meses gratis

Publicidad