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Pandemia 2021. Apartheid vacunal. Los países del Norte se conceden la prioridad, prefieren almacenar vacunas caducadas antes que administrarlas a los países del Sur. Crisis energética 2022, otra cuestión de supervivencia: los países del Norte dictan los precios y garantizan su propio suministro, condenando a ... muchos países del Sur a la oscuridad. Invasión de Ucrania, 2022. EE UU teme que el gas ruso afiance los lazos entre Moscú y Bruselas, incita a Ucrania entrar en la OTAN, vulnerando los acuerdos de no expansión. Lo que vino después ya lo conocemos.
Estos tres vectores explican el crecimiento exponencial del foro BRICS desde su fundación en 2009. Tras su última cumbre, el mes pasado en Kazán, al menos ya sabemos cómo se desglosa el acrónimo. Esos cinco países –Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica– van camino de triplicarlo. Un regreso al multilateralismo, pero también una grave cuestión geopolítica ignorada por la UE y su relato centrado en la dialéctica del bien –nosotros– contra el mal –todos los demás– propio de Blancanieves y el capitán Trueno.
¿Vuelve la Guerra Fría? ¿Oriente contra Occidente? Sí, pero también la tensión entre pobreza y riqueza, entre Norte y Sur. Un Sur siempre ignorado –el punto ciego del Norte– pese a su considerable magnitud: los BRICS representan el 48% de la población planetaria, un tercio de la superficie terrestre y el 37% del PIB mundial. Que el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, compareciera a su última cita dando la mano al gran apestado, Vladimir Putin, anuncia un cambio de tendencia. El Desorden Mundial comienza a ordenarse.
Ni Putin es Atila, ni Xi Jinping Fu Manchú. Ambas potencias, Rusia y China, le están ganando la partida al Norte en África y Sudamérica. Un dato: Lula va a instalar en Bahía su primera fábrica de vehículos eléctricos chinos, y lo hará sobre el solar que ocupaba una planta de General Motors.
Pero tampoco es tan fácil: India había vetado esa fábrica china en su territorio. Ocurre con otros BRICS, enfrentados por rivalidades estratégicas, como Arabia Saudita e Irán, o Egipto y Etiopía. Y sin embargo, logran entenderse, crecen. ¿Qué hacemos nosotros? Reincidir en la política del avestruz, felices de seguir siendo una colonia de EE UU.
«Si lo ves todo gris» –dice un proverbio– «mueve el elefante». El elefante es nuestra ceguera. No queremos ver que el Sur ha dejado de ser la vía de servicio del Norte. Pero somos nosotros los que nos estamos quedando sin gasolina.
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