Convertir Gaza en la Riviera del Mediterráneo Oriental. Ya le he encontrado un sentido al último disparate de Donald Trump: alojar en esa Riviera a las víctimas de la guerra interna que sobrecoge a su país. Cada siete minutos, un norteamericano pierde la vida en ... el Frente del Fentanilo. Una droga sintética altamente adictiva, cincuenta veces más mortal que la heroína, cien veces más potente que la morfina. Cincuenta mil caídos en 2015, más de cien mil en 2022. Tantos como los ocasionados por las masacres de Gaza y Ucrania, en su propia casa.

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La principal causa de muerte en la población estadounidenses entre los 18 y los 45 años. La que está causando una caída acelerada de su esperanza de vida. Una epidemia silenciosa generada por la cara oscura del estado el bienestar. ¿De qué otra manera puede entenderse que los opiáceos se hayan convertido en un arma de destrucción masiva?

Aunque el fentanilo nació inocente, un anestésico para pacientes terminales, sus efectos relajantes abrieron dos derivadas espeluznantes. La más evidente: su uso recreativo como un ansiolítico legal entre los candidatos a toxicómanos. Y la no tan evidente: el Big Business generado por la industria farmacéutica, responsable de promover agresivamente su prescripción ocultando su potencial adictivo.

Nada más fácil que conseguir fentanilo ilegal en la Dark Web. En tres clics te llega a casa directamente desde Hong Kong. ¿Qué está sucediendo en nuestro país? Así como sucede con otros opiáceos, también en este negociado vamos a la cabeza, tras EE UU y Alemania. Detrás, esas dos derivadas criminales. La sobremedicación o cómo hacer caja con el dolor, también con campañas comerciales por medio, y la búsqueda masiva del placer, o del no-dolor, el aturdimiento recreativo como signo de nuestro tiempo.

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Sumemos a los opioides familiares –del paracetamol al tramadol, de la codeína a la morfina– el alcoholismo social del que hemos hecho hasta una seña de identidad. ¿En qué mundo vivimos? En un mundo exultantemente feliz larvado por un malestar de fondo. Tanto da alcohol en vena que fentanilo en polvo.

«Ènivrez-vous –decía Baudelaire–, «embriagaos, hay que estar siempre ebrio». En un lenguaje más actual, Dolores O'Riordan, la vocalista de 'The Cranberries', repetía la misma canción: 'Everybody Else Is Doing It' –Todo el mundo lo está haciendo–. 'So Why Can't We?' –¿Por qué nosotros no?–. Murió en 2018, a causa de una sobredosis de fentanilo y alcohol. La música sigue sonando.

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