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El término comenzó a emplearse en Francia, a comienzos de este siglo y por parte de la izquierda woke, en principio para denigrar a los partidos que se oponían a la ofensiva islamista. Cuando la inercia de los hechos, atentado tras atentado, incluyó en esa ... contestación a periodistas e intelectuales, también de izquierda, la «Fachosphère» se erigió en sinónimo de un complotismo delirante, comparable al de los 'Protocolos de los sabios de Sion', no en vano citados explícitamente en la Carta Fundacional de Hamás.
Que un presidente de Gobierno, como Pedro Sánchez, aluda a él para referirse a las voces críticas que cuestionan la legitimidad de disposiciones que vulneran la separación de poderes y la igualdad de los ciudadanos ante la ley, prescriptivas en cualquier democracia, va más allá de una negación de lo evidente.
Así como en otros tiempos la izquierda se vedaba cualquier censura al estalinismo, «para no debilitar la lucha». Así como en la Alemania nazi la consigna del Gleichschaltung perpetraba un control totalitario de la sociedad en orden a su doctrina, estamos asistiendo, por una parte, a una paranoica inversión de roles –se acusa de fascista a quien denuncia tendencias homologables–, y por otra a una patética constatación: a medida que la «Fachosfera» se expande, abarcando más y más disidentes, ¿quién queda fuera, salvo el propio presidente?
Tal vez esa periodista de RTVE que, en la gala de los Goya, exclamó: «¡Eres un icono, presi, te queremos!». ¿En qué televisión pública puede escucharse algo semejante salvo en la de los Nodos, de infausta memoria? Arduo horizonte aquel en que la esfera de la cultura se confunde con la del poder. Más arduo aun cuando su campo magnético abarca a presuntos intelectuales. Sartre definió al intelectual como «alguien que se mete en lo que no le importa». Es decir, en lo que contraviene su ideología, peleándose contra el conformismo y la sumisión.
Dos bien eminentes, Edward Said y Theodor W. Adorno, hablaban del contrapunto y la disonancia. Puedes interpretarlas como una estructura musical o como una forma estética, pero ambas privilegian la discrepancia por encima de la armonía. Valen para definir lo esencial de cualquier compromiso político frente a la tentación del dogmatismo.
Lo dijo Paul Groussac: «Nuestra máquina política es tan perfecta que contiene en sí misma el principio y el fin». El problema comienza cuando su mecánica irracional la lleva a dar vueltas y más vueltas, pero sólo en el vacío.
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