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Pim, pam, pum. ¡Bomba! Un estallido de luz y color. Qué maravillosos los fuegos de nuestra Semana Grande. Casi tanto como los que sancionaron la apoteosis de Kamala Harris en la Convención Demócrata de Chicago. Pim, pam, pum. ¡Más bombas! Otro estallido de luz y ... color, no tan maravilloso, arrasaba Gaza esa noche. Una más, tras trescientas. También al compás de otra música celestial. Mientras Kamala era elegida por aclamación, su Gobierno aprobaba un nuevo paquete de 'ayuda militar' a Israel por valor de veinte mil millones de dólares.
Imponderables de una cobertura mediática mediatizada por una triple abducción: parecer muy progresistas, muy feministas, y categóricamente binarios. Frente al supervillano Trump, la nueva superwoman mestiza, paradigma del ascenso de la mujer, presentada como si acabara de llegar a Chicago desde la Casa de la Pradera.
¿Podemos ignorar su responsabilidad como vicepresidenta de EE UU en la masacre de Gaza, o en las 'ventas de emergencia' por medio de las cuales su Gobierno se salta todos los controles parlamentarios, incluido el que prohíbe suministrar armas a países responsables de flagrantes violaciones de derechos humanos? Claro que podemos. Somos progresistas, estamos con ella y con eso que Obama definió como «el contagioso poder de la esperanza». El poder de la esperanza también se monetariza: quinientos millones de dólares en donaciones. ¿Quién dona? Naturalmente, Wall Street. No queda muy progresista, mejor lo ignoramos.
Vayamos con el programa de Kamala. Sólo un punto concreto: «ayudar a la familia y construir la clase media». Vaya, las mismas palabras que Georgia Meloni. Tanto nos da. Dicho en progresista suena electrizante. Para eso están los influencers que perfilan su imbatible imagen en Tik-Tok. Mucho mejor eso que conceder entrevistas –hace cuatro días la primera, en la CNN–, no vayan a formularle preguntas incómodas. Y de inmigración mejor no hablar. Cuatro años y su Gobierno no ha desmontado un solo ladrillo del muro levantado por Trump. ¿Qué importa? Lo suyo, lo nuestro, es asfaltar su autopista hacia el cielo.
Así se define el star system de la política americana. Les avanzo el fin de fiesta: 10 de septiembre, primer cara a cara entre Harris y Trump. Milagrosamente, asistiremos a una nueva promesa de alto el fuego en Gaza. La paz puede esperar. ¿Hasta cuándo? Hasta el 7 de noviembre, cuando sus ciudadanos acudan a votar, con Harris ya ascendiendo hacia la Casa Blanca y cuarenta mil gazatíes bajo tierra.
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