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Un año más, lo mejor del arte contemporáneo está fuera de la Feria ARCO. La gran performance europea se escenifica en la calle, ante las sedes de nuestros gobiernos a todas las escalas, desde la autonómica a la de la Unión. Una vaca viva, salvada ... de las taxidermias de Damien Hirsch, al frente de una columna de mil tractores avanzando hasta las puertas del Consejo Europeo, en Bruselas. Sus señorías son recibidas por un vendaval de bocinazos. En las calles, barricadas de neumáticos en llamas. Las fuerzas del orden responden con cañones de agua. El incendio del sector agrario se inició en enero y no tiene visos de extinguirse. ¿A qué obedece la cólera de los agricultores?
Se puede explicar desde dos miradas: a ras de tierra o desde las cúpulas tecnocráticas. A ras de tierra encontramos las raíces, hay que mancharse las manos, hundir el azadón, sudar el surco, a cambio de salarios que no alcanzan el mínimo interprofesional. Nada que ver con las retribuciones en el Consejo de Europa, entre diez y veinte mil euros mensuales. Allá donde se pisa moqueta, aunque las raíces no se ven, todo es maravillosamente verde.
En sus despachos se piensa a lo grande. Desde 1992 una Política Agraria Común (PAC) saturada de restricciones medioambientales y burocratizada hasta la asfixia. Desde 1986, viento em popa para los acuerdos de libre comercio (GATT) que privilegian la competencia desleal de productos procedentes de cualquier país del mundo, libres de los exhaustivos controles que se exigen a los europeos.
El resultado de esta ceguera tecnocrática, la de la Agenda 2030, trasciende la acelerada pérdida de soberanía alimentaria. En el mundo del libre comercio una patata industrial que recorre diez mil kilómetros resulta más barata que otra cultivada en el baserri de ahí al lado. Sin subsidios, encareciendo el precio del gasóleo, exigiéndoles cuadernos digitales de explotación y otros tantos Tickets Bai, al agricultor local se le pide que reduzca el impacto medioambiental y, al mismo tiempo, que aumente su producción cuando, en infinidad de casos, su precio de venta no cubre los costes.
Todo esto sucede en un país cuyo gobierno redacta con urgencia leyes a la medida de los delincuentes, como la aberrante Ley de Amnistía. Los agricultores, la subclase agraria, los parias de la tierra, pueden esperar. ¿Cómo acabó la performance de Bruselas? A las puertas del Consejo de Europa, una bien elocuente montaña de estiércol. L'air du temps, el perfume de la realidad.
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