Cuando el tópico nos alerta sobre los peligros de la inteligencia artificial, tendemos a olvidar que sus estupefacientes algoritmos han sido creados por mentes humanas con una clara intención. Antes que Orwell y su distópica neolengua, nos alertó Victor Klemperer en sus estudios acerca del lenguaje del Tercer Reich. Luego los análisis de Joseph Overton sobre la creación de un pensamiento dominante fundado en la autoridad de expertos tecnólogos al servicio de cualquier poder.
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El discurso de los nuevos aprendices de brujo nunca es inocente. Nos lo recuerda Carme Jiménez Huerta en un libro fascinante que lo dice todo con su título: 'Ingeniería lingüística. Cómo desde el discurso público se utilizan los mecanismos del lenguaje para la fijación de creencias, la generación de respuestas emocionales y la manipulación social'.
En lo emocional está la clave, porque antes que racionales somos eso, animales emocionales. ¿Qué nos distingue de los restantes? Eso que ya avanzó Platón hace tres milenios: la fusión entre lenguaje y pensamiento, o la manera en que la estructura de una lengua determina la forma de pensar de sus hablantes. Hoy sabemos que el lenguaje humano tiene un sustrato neurológico, el mismo que imita el lenguaje computacional, y no al revés. Cuando este se diseña para incidir en nuestras emociones, ya estamos hablando de ingeniería lingüística, pero también de ingeniería social.
Es así como la inteligencia artificial expande una terminal orwelliana de la humana. Perversamente enmascarada tras los angelicales rostros de Siri o Alexa, la versión femenina y empoderada del Gran Hermano. Pero también a través de programadores informáticos sumamente hábiles a la hora de imponer sus códigos operativos tanto da en las redes sociales, en la manipulación de la información, en la inducción de opiniones, sensaciones y emociones.
Quien accede al control de lo emocional tiene el poder. Lo saben los publicistas, también quienes diseñan las campañas electorales. Un marketing ideológico como cualquier otro. Quédense con las siglas del partido que se impondrá en las vascas, en las catalanas, en las europeas y en todas las sucesivas: PNL. Programación Neurolingüística. Un archivo autoejecutable insertado entre nuestro hipotálamo contra el que solo cabe una forma de oposición. ¿Cuál? La deconstrucción, igualmente lingüística.
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¿Es lo mismo afirmar «pienso, luego existo» que «vota, luego existes»? No se lo preguntes a Siri. Busca en tu mente la respuesta.
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