Una retirada a tiempo es siempre una victoria», se consolaba un derrotado Napoleón Bonaparte con el ejército de Kutúzov pisándole los talones tras ordenar el repliegue de sus tropas de Moscú. Al final, somos las mentiras que nos contamos.

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Ignoro si Andoni Ortuzar habrá pensado ... en la capitulación del general corso al tomar la decisión de retirar ayer su candidatura, declinando participar en la segunda vuelta del proceso electoral interno del PNV. Pero saber leer bien el momento y conectar con el estado de ánimo de la gente (especialmente de la tuya) es indispensable para quien presume de liderazgo. Y lo que «su gente» le ha dicho a Ortuzar con claridad, recogiendo el guante que él mismo les lanzó en su primera misiva, en la que dejaba en manos de la afiliación de su partido la decisión de si debía seguir o no cuatro años más al frente del mismo es que, de salir reelegido esta vez, no lo sería por unanimidad ni por aclamación, sino teniendo que sudar la camiseta para medirse a un candidato de gran perfil mediático, como Aitor Esteban, tan «abrumado» por el honor de ser alternativa, como dispuesto a dar la batalla por la makila de mando hasta el final.

De haber llegado la cosa al choque frontal que hasta ayer todos temían, quién sabe si el diputado y portavoz jeltzale en Madrid hubiese sido capaz de movilizar a su favor el voto de los miles de militantes que se han quedado en casa durante la primera ronda de votaciones (que no se ha caracterizado precisamente por su alta participación), como ha sido capaz de movilizarlo en territorios en principio no afines, como Gipuzkoa. Lo que hubiera supuesto para el de Sanfuentes una derrota de proporciones difíciles de digerir.

Para que no queden dudas acerca de quién iba en cabeza, agradece Ortuzar en su segunda carta a la militancia (que, para ser una carta de renuncia, no está exenta de cierto tono de triunfalismo) que le haya respaldado mayoritariamente como «su candidato preferido» habiendo obtenido durante la primera vuelta «tantos apoyos como la suma del resto de propuestas juntas», reconociendo que también ha quedado patente que hay «una parte menor pero significativa» que promueve el cambio, justificando su decisión de inhibirse para evitar el «alto riesgo de división que –afirma– existe en el seno del partido».

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Lo cierto es que quizá no habría hecho falta haber llegado tan lejos para comprobar lo que el todavía presidente del EBB apuntaba ya en su primera misiva a las bases: que hay hoy en la formación jeltzale una más que residual discrepancia entre quienes claman por volver a las esencias y los que apuestan por una adecuación a los nuevos tiempos. Lo que en ambos casos pasa por una renovación, más o menos integral, de los actuales cuadros dirigentes, de los que Aitor Esteban, cuya imagen pública y maneras de hacer parlamentarismo evocan, según algunos alderdikides, al PNV «de orden», más centrado y pragmático, tampoco es que ande muy lejos. Si al final se trata o no de una solución gatopardiana, ya se verá.

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