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Sin esperanza alguna de que ni siquiera piense que a su debido tiempo tenga suficiente vida como para poder consultar sus primeras cifras (o primeros ... días), lo cierto es que he visto el calendario del año 2022 en el escaparate de una librería, y de una manera que ahora la califico de absurda, sin pensar más lo he comprado. ¿Ha sido un acto reflejo de no se sabe qué reflujos que se nos arborecean en las mismas entrañas del ser o en sus discutibles peleas de conquistas mentales a pie enjuto? O, yendo más allá en nuestras alquitaras pensativas, ¿es no más que algo como una caminata en el mundo de lo abstruso, el bajel cara a la derrota de las olas sin patrón que sepa dirigir y utilizar el pañol sin lección previa? ¿O, es que más allá de lo sabido o supuesto habita el recóndito ogro de siempre bien arrellanado en su sofá recitando en lo íntimo su declamación tan personal de aquel versificar esproncediano en la que se conjugan 'la isla en reposo en medio del mar de la vida y en donde el marinero allí olvida la tormenta que pasó, allí convidan al sueño aguas puras sin murmullo, allí se duerme al arrullo de una brisa sin rumor', que lo cierto y más incomprensible es que ya he comprado el calendario, he visto que el venidero año comienza un sábado y me quedo con el ánimo flojo. Me quedo tronchado de si este billete para mi pequeño futuro servirá para algo... que faltan solo dos meses para el uso de este calendario, y ¡qué cerca para muchos y qué lejos tan lejos para mí!

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