En 1970, la Comisión Internacional de los Pirineos tomó una decisión que desencadenaría una guerra: instalar un stop. Ocurrió en Llivia, un pueblo que pertenece a España pero está rodeado de territorio francés desde que ambos países se repartieron la Cerdaña de manera rocambolesca en ... 1660.
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Los vecinos de Llivia tenían derecho a recorrer una carretera neutral hasta el resto del territorio español sin que los franceses pudieran detenerlos. Cuando les pusieron el stop en el cruce con una carretera francesa, estalló la rebelión. «De día los franceses instalaban la señal y de noche salía una cuadrilla de Llívia a derribarla», me contó un vecino. «Todos sabíamos quiénes eran. El comandante de la Guardia Civil les decía que tuvieran cuidado para no encontrarse xon ellos, porque no querían arrestarlos». Los coches de Llivia no paraban, los gendarmes ponían multas y se encendió un conflicto diplomático. Levantaron un viaducto para que la carretera francesa pasara por encima de la neutra. En otra intersección construyeron una rotonda (circular, alterna, igualitaria, democrática), mucho mejor que el cruce (cuadrado, frontal, jerárquico, dictatorial) para la paz en el mundo. Los ciclistas aún sufrimos las consecuencias, porque la carretera neutra soporta mucho tráfico, es estrecha y no la ensanchan porque no pueden invadir territorio francés. Cuando los coches me adelantaban hacia Llivia depilándome el codo, me acordé de las patrias y sus malditas rayas.
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