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Europa y América se separan cuatro centímetros al año. Las placas tectónicas se alejan y en medio brota el magma. Así nació Islandia, con los materiales que emergieron desde el fondo del océano Atlántico, como la postilla de una herida. Estos días el suroeste de ... la isla tiembla con cientos de terremotos, se ha abierto una grieta de quince kilómetros, y una enorme bolsa de magma sube hacia la superficie.
Hace unos años visitamos en esa zona el pueblo de Hveragerdi, construido sobre un campo de lava del que brotan fumarolas y chorros hirvientes, donde cuecen pan enterrándolo en ollas y pasteurizan la leche con vapor subterráneo para elaborar un queso marrón. Gracias a la energía termal, también tienen calefacción gratis y varios invernaderos donde cultivan tomates, bananas, papayas, aguacates y orquídeas tropicales en plena tundra subártica. En la biblioteca dejaron el suelo transparente para que los visitantes vean la gran grieta, y pongan un pie en América y otro en Europa. Lo más peculiar era el simulador de terremotos: una sala que temblaba como si la sacudiera un seísmo de grado 6.
Lo tremendo es que volvimos a casa y tres días después se produjo un terremoto de 6,1 con epicentro en el mismísimo Hveragerdi. Me sentí culpable. Leí que cayeron cuadros, lámparas y muebles, las casas resistieron bien y solo hubo heridos leves, así que sentí alivio. Conociendo mi despiste, pensé, seguro que me dejé abierta la puerta del simulador y se les escapó el terremoto.
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