El diseñador Toni Sorell nos adentra en la jungla con la promesa de grandes emociones: «Podríamos encontrarnos con ingleses borrachos peleándose, copulando en plena calle, saltando de los balcones, incluso podrían mordernos si han tomado la droga caníbal». En octubre, sin embargo, casi todos los ... miembros de esa especie han migrado a sus brumosas islas boreales y han dejado Magaluf, capital mallorquina del desmadre, como un remanso de playas para jubilados. Solo dos cincuentones en bermudas berrean a nuestro paso, marcando territorio sin mucha convicción. Salen cocidos del pub Britannia. En la fachada brillan las letras 'tannia' con neones rojos. Las letras 'Pub Bri' están apagadas quizá para siempre. «Los neones desaparecen», explica Sorell. «Se jubilan los técnicos que saben recargar el gas y ahora todo es led».
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Nos muestra los rótulos del Cocobongos con sus palmeras, el Showgirls con sus bailarinas, las letras del antiguo pub Peter Sellers aún visibles bajo los carteles de los negocios sucesivos: Chinese buffet, Indian cuisine, Pizza Kebab. Los locales se transforman a una velocidad frenética y por eso Sorell se emociona ante el equivalente de una villa de Pompeya con sus frescos: el Mesón Español, que lleva medio siglo ofreciendo callos, croquetas y albóndigas, con murales de Don Quijote. Pero el cartel de una inmobiliaria inglesa anuncia la demolición de cualquier nostalgia, con el lema que podría figurar en el escudo de Magaluf: «Se vende».
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