La interminable batalla de Bajmut encarna, mejor que cualquier otro episodio, el horror y el cansancio de la guerra. La montaña de miles de muertos debiera tener una lectura unívoca: como ha dicho Xi Jinping, pero para dar la vuelta inmediatamente al argumento. Ningún país ... tiene derecho a invadir y a destruir a otro. Añadamos que solo desde un cinismo sectario puede sostenerse que la culpa de la guerra correspondió a la propia Ucrania y a la OTAN, que resulta nocivo dar armas a Ucrania porque así la guerra se prolonga innecesariamente y, en fin, que la paz debe ser buscada por encima de todo, con Zelensky como destinatario de tal admonición (y la rendición de Ucrania al fondo).
Publicidad
No hay duda de que restaurar la paz constituye un objetivo necesario para todos los demócratas, pero a la hora de exigirla, dirigiéndose al presidente ucraniano, no puede prescindirse de que desde que se inició la invasión nada en la conducta del agresor permite abrigar la esperanza de que, una vez aceptada por Zelensky la iniciativa, esta sirva para otra cosa que como incentivo para reforzar a Putin, estimando que el país invadido está listo para entregarse. Influiría también para que los miembros de la UE más deseosos de quitarse la solidaridad de encima, los más occidentales, se sumen a los peones pasados de la URSS, ejemplo Hungría, a la hora de debilitar los socorros que Kiev necesita.
Hemos de recordar que la contienda de Ucrania es un ejemplo perfecto de guerra dosificada en medios y destrucciones, por rusos y ucranianos, también por aquellos que prestan ayuda económica y militar a los segundos, e incluso por parte de quienes astutamente boicotean en beneficio propio las sanciones acordadas contra Rusia. Salvo Polonia, que aplica hasta cierto punto la solidaridad -excepción sensible, la agricultura- no siempre se aplica el criterio de lo que has de hacer cuando pelan las barbas de tu vecino. El mapa de ayudas, contribuciones en armamento y cumplimiento de las sanciones contra Rusia ofrece demasiados puntos oscuros. Lo cierto es que la economía rusa no se ha hundido, crece más que quienes la sancionan y vende su gas y petróleo con tranquilidad, a favor también del trato privilegiado que le da China. Mientras tanto, los servicios informáticos rusos interfieren y 'hackean' todo lo que pueden. Doy fe.
La ceremonia de la confusión le interesa a Vladímir Putin, y según ocurrió con otros problemas políticos de gravedad, que conocemos bien en España, el pacifismo fundado sobre la equidistancia supone un instrumento perfecto para fomentarla. El reciente viaje del Papa Francisco a Hungría, país católico, ha sido el escenario de su iniciativa de un proceso de paz que de modo exclusivo, en la práctica, carga sobre Zelensky la responsabilidad de seguir la guerra. El regalo que le hizo con ocasión de la breve entrevista de ambos en el Vaticano, una rama de olivo, constituía un llamamiento, no escuchado, a que su visitante asumiera la iniciativa de las negociaciones de paz. Era el '¡no a la guerra!' en el que Francisco converge con el pacifismo izquierdista, tan activo entre nosotros. La respuesta de Zelensky, en el sentido de que es preciso distinguir entre la víctima y el agresor, marcó de manera inequívoca la diferencia. Una sospechosa comisión de paz, al modo de las que conocemos, con Sudáfrica -que no condenó la invasión- al frente visitará a Zelensky. El Papa la apoya, y «reza por los pueblos de Ucrania en el camino hacia la paz», y por Rusia. En Budapest se ha entrevistado con el representante del Patriarca ruso. Al igual que hizo en su visita a La Habana, parece olvidar que cristianismo es justicia, no solo compasión.
Publicidad
Esto no significa que sea preciso resignarse ante una eterna batalla de Bajmut. Pero el destinatario de las iniciativas debe ser, en primer término, Vladimir Putin, no para comunicarle una imputación por crímenes contra la Humanidad, que sería tan justa como necesaria, pero hoy imposible. Su aceptación implícita del principio de retirada de territorios invadidos, aun sin el artículo, como se logró en su día de Israel sobre Palestina, debería ser el punto de partida para que Zelensky pudiese aceptar una negociación que no implicara de partida la mutilación territorial de su paí
Desde la UE, debe ser China el destinatario de tal iniciativa, de modo que su presión fuerce a Putin. Hoy por hoy, el camino parece impracticable pero no hay alternativa: Zelensky no puede sentarse a negociar con quien parte de la inexistencia de su país, y bien claro se ve que está dispuesto a convertir esa idea en una destrucción por vía militar y cultural. Putin mantiene entonces su objetivo de aniquilamiento y Zelensky tiene que mostrar firmeza. La paz requiere que Ucrania logre una clara ventaja en la guerra.
Publicidad
No los ambiguos Olaf Scholz y Macron, sino la institución europea como tal, con un hombre tan lúcido sobre el tema como Josep Borrell en posición clave, sería la única en condiciones de promover ese diálogo. Joe Biden está demasiado atento a China sobre Taiwán, Putin solo cambiará bajo la presión de China. Y es preciso acabar con el imperio de la muerte que encarna Bajmut.
Suscríbete los 2 primeros meses gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.