El PSOE tiene hoy idéntico interés al que tuvo el PP en casos similares, que acabaron estallando. Su objetivo, ya logrado, consiste en circunscribir el grotesco episodio de corrupción en Canarias para hacer creer a la opinión pública que se trataba de un hecho aislado. ... Y así como en su día Cospedal se fue a casa con el ordenador, ahora la presidencia del Congreso ha encontrado los medios para hacer imposible el acceso de la Policía a los instrumentos de comunicación y a los datos que guardase Tito Berni en su despacho de la Cámara baja. Estos obstáculos deben haber permitido a este juerguista y presunto agente de corrupción ocultar lo que pudiera inculparle.
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Hace mucho tiempo, el cantautor catalán Pi de la Serra jugaba con las palabras para decir que la Policía no está «al servei dels ciutadans», sino «dels piutadans», y así siguen, no los cuerpos de Policía y Guardia Civil que han cambiado, pero sí los altos órganos de seguridad del Estado, más preocupados por seguir las directrices de arriba que de atender a las funciones del Estado de Derecho para luchar contra la corrupción.
En 2012 sostuve una curiosa polémica con Alfredo Pérez Rubalcaba, a quien conocía desde 1980. Cristina Narbona había suscitado el tema de la corrupción y yo seguí su iniciativa, proponiendo al PSOE que frenase la degradación que nos amenazaba desde el sector inmobiliario: era precisa la formación de una comisión parlamentaria, presidida por un hombre por encima de toda sospecha, pensé en Josep Fontana. Solo el diputado catalán Joan Coscubiela secundó la iniciativa.
Para sorpresa general, el entonces 'número dos' del PSOE puso en duda que la especulación inmobiliaria, 'el ladrillo', fuera totalmente negativo. En cuanto a la corrupción en sí misma, confesó que él «se había ganado buenas broncas» por sus iniciativas contra ella. Yo le respondí que tal declaración me asombraba, ya que las broncas solo podían proceder de su único superior, Zapatero, a no ser que hubiese una mafia interna en el PSOE para defender la corrupción. Silencio.
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En el PP existía una larga tradición de malos usos, que prolongaba otros malos usos venidos de lejos, desde la profundidad de «la gente de bien» que disfrutaba el control del sistema de oligarquía y caciquismo en la Restauración. Pero el PSOE anunciaba otras cosas, a pesar de los traspiés que muchos atribuimos a la juventud de su resurrección, con una oleada de inscritos sin garantías siquiera de honradez: ejemplo Roldán. Los ERE mostraron pronto que el control de las autonomías abría nuevas fosas a la perspectiva de un gobierno honesto, pero el desbordamiento de la especulación inmobiliaria, con administraciones socialistas cooperando, superó las peores previsiones. En 'Letras libres' un reportaje de investigación, basándose en las conversaciones intervenidas entre cargos electivos y depredadores locales, donde aquellos aceptan las solicitudes de soborno de los segundos. La España del Pocero.
Luego el PP tomó el relevo, con los grandes casos de corrupción acabando por provocar la caída del Gobierno Rajoy. Ahora el PSOE está dispuesto a evitar que un clamoroso y grotesco caso de corrupción en Canarias le devuelva la delantera, en la medida que el patrón responde a un uso establecido, no a un episodio ocasional.
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Un tipo que ejerce la representación nacional en el Congreso no se limita al irrespetuoso apartamiento de la bandera del Estado como la grosera catalana, sino que monta un chiringuito con intereses fraudulentos y orgías baratas. Esperpento en la línea de lo habitual, y no solo por el PSOE. Pero no habrá ni comisión de investigación -reservada para la Kitchen del PP-, ni siquiera caso. Sánchez hace la lluvia y el buen tiempo, por encima de toda exigencia moral, Patxi López se cubre de impotencia política y la democracia y el PSOE dan un paso más hacia atrás.
El mal viene del pasado, desde que la debilidad de los partidos, y de manera específica el PSOE por suponer una expectativa de cambio, incorporó a la clase política a una multitud de ciudadanos de dudosa fiabilidad. Mientras el PCE se encaminaba a la autodestrucción, el PSOE resolvió su crisis de crecimiento con la mano de hierro de Alfonso Guerra, que al eliminar cualquier disidencia cegó toda creatividad interna e impuso el valor de la obediencia. Nada de intelectual colectivo y mucho de mediocres orientados a lo que un viejo amigo llamaba «la trepa».
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El nepotismo, también arma de gobierno usual del PNV, condena a todo discrepante, por valioso que sea, al ostracismo y de paso tolera los excesos de aquellos que son fieles al jefe. El PSOE ya lo pagó con el olvidado caso del tamayazo que le costó el Gobierno de Madrid. Ahora ha decidido que los chorizos de su organización carecen de importancia. Resulta difícil admitir que este sea el partido de Pablo Iglesias, de Indalecio Prieto, de Nicolás Redondo.
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