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En sus notas sobre el Quijote, Julio Caro Baroja puso de relieve cómo desde el Renacimiento había empezado a entrar en crisis la concepción mágica ... del mundo, afirmándose a partir del siglo XVIII definitivamente el dominio de un racionalismo de base físico-matemática. Con todos los límites y las contradicciones que reflejó el episodio Oppenheimer, esa orientación se ha prolongado hasta nuestros días, en los cuales una nueva crisis, en gran medida inesperada, ha dado un vuelco a la situación. Con la inteligencia digital, y en vísperas del imperio de la Inteligencia Artificial, la tecnología se ha despegado del enlace con el progreso en las formas de vida y en el sistema de valores, legado de la Ilustración, para apuntar hacia una nueva concepción mágica, quizás temporalmente, caracterizada por una radical deshumanización. Nada lo personifica mejor que la obra y los sueños de Elon Musk, el incansable promotor de una renovación radical en la vía hacia la IA, hombre más rico del mundo y socio de la gran empresa de erosión de la democracia, protagonizada por Donald Trump. Una asociación lógica, dado que Elon Musk es al mismo tiempo un genial innovador y un perfecto reaccionario. Dos dimensiones inseparables de su personalidad.
En la búsqueda de su origen, conviene volver a la teoría de Zygmunt Bauman sobre la ruptura de los vínculos que constituían la trama de las sociedades occidentales y la conformación de una sociedad líquida, donde los individuos han de esforzarse por sobrevivir, pero también pueden alcanzar destacadas posiciones de afirmación personal. En política con los populismos, y de carácter excepcional en cuando al poder económico, gracias al enriquecimiento y al saber tecnológico con la inteligencia digital. Megacapitalismo y Silicon Valley. Elon Musk, entre otros y por encima de otros, es el emblema de ese proceso.
Su singularidad reside en el firme propósito de construir una utopía desde sí y para sí. La fórmula nace en el Renacimiento con Thomas Moro: el utopista percibe la línea de cambio histórico, rechaza la realidad existente y define como alternativa una sociedad perfecta, adecuada al primero. En Musk no se trata de definir, sino de implantar la organización perfecta, la suya, eliminando las rémoras de lo existente. Los objetivos, ajustados a la IA, responderán al imperio conjunto de la técnica y del megacapital, y para ese fin eliminarán la concepción política hasta ahora vigente de un Estado intervencionista y asistencial, por ello mismo parásito, al trabar el libre despliegue de las citadas fuerzas creadoras.
El desmantelamiento del Estado existente, y por supuesto del Estado de bienestar, viene a representar el dominio ilimitado de los fuertes sobre los débiles, y es ahí donde entra en juego su visión reaccionaria: la teoría xenófoba del 'gran reemplazo' o de la 'gran sustitución', ideada por el francés Renaud Camus, y base también del racismo de la ultraderecha francesa. En Musk es el soporte del supremacismo blanco, al sostener que existe una conspiración de las élites demócratas para destruir la civilización americana, anegándola con masas de inmigrantes, impulsando «el socialismo» bajo un Estado que las protege.
El Doge, Departamento de Eficacia Gubernamental, a cuyo frente ha puesto Trump a Musk, será el encargado de evitar esto último y «el despilfarro», diezmando la Administración federal. Trump habló de mantener Medicaid, la asistencia médica que utiliza un ciudadano de cada cinco, pero Musk la califica de «mayor esquema Ponzi», un gigantesco fraude. Su enfrentamiento con Marco Rubio en el Gobierno ha sido por suprimir Usaid, la ayuda al desarrollo exterior. Parece inminente la supresión del Departamento de Educación... anunciada por su titular. De esa limpieza general, Musk encargará a jóvenes ingenieros, especializados en 'software'.
Al otro lado está la utopía del poblamiento espacial, culminación de otros objetivos menores, tales como la pronta fabricación de robots sexuales o la generalización de sus vehículos eléctricos (Tesla). Instrumento, la IA que ya es superior a cualquier hombre.
Musk piensa ganarle la carrera del espacio a Jeff Bezos, de Amazon, mediante una próxima colonización de Marte «para garantizar la supervivencia de la civilización». Allí se gobernará por consenso.
Solo que en Musk la realidad de su SpaceX, combinado con X (Twitter) va por delante de sus sueños. Es el gran éxito de Starlink, la red de satélites de comunicación que domina nuestro cielo. Son 4.500 y serán 42.000. Su importancia ha sido y es máxima como único medio de acceso a internet en zonas de guerra. Ucrania resulta su gran beneficiario, dándole ventaja sobre Rusia, y aunque Musk defiende una paz rusa, no suspenderá su acceso a la red de satélites. Nada de romanticismo. Nuestro capitán Nemo no piensa en servir a causa alguna con sus invenciones, salvo a la expansión ilimitada de su propia esfera de poder.
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