Tenemos un tesoro bajo nuestros pies que por escrúpulos ambientalistas estamos desaprovechando mientras la factura del gas se descontrola y todo el tejido económico se resiente. Lo ha dicho, con maneras un tanto 'cuñadistas', un jefazo de Enagás reverdeciendo así un debate que colea desde ... hace no menos de un siglo, cuando comenzó la busca de hidrocarburos en el subsuelo de la Llanada alavesa.

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La primera pista del tesoro la dio el descubrimiento allá por 1870 de minas de asfalto a todo lo largo del territorio. En 1911 se abrió en Salvatierra-Agurain un yacimiento tentativo, aunque sería en las décadas de 1950-1960 cuando se desatase una frenética carrera entre empresas inglesas, alemanas y españolas por bombear las preciadas bolsas del geosinclinal vasco. Caló la convicción de que, antes o después, Álava se convertiría poco menos que en un 'eusko-emirato'. Así lo anunciaba la prensa de la época: «Esperamos que cualquier día salten los pozos y nos inunden de oro negro»; «¡Aquí hay petróleo! Entre Gijón y Bilbao está el oro negro español −afirma un ingeniero alemán».

Pero el gozo acabó en un pozo al quedar lejos de cumplirse las grandes expectativas alentadas. Como consolación, pasaron a la historia determinados hitos como el récord de profundidad en un sondeo en España (casi 6.000 m.) o el primer gaseoducto para uso industrial del gas extraído de un yacimiento. Además, aún podemos ver sobre el terreno algunas de aquellas perforaciones cerradas y precintadas o que se abren ocasionalmente para prenderlas.

El investigador Kepa Baquedano publicó en 2007 un completo estudio sobre 'La búsqueda de petróleo en Álava' (descargable libremente en la web de Eusko Ikaskuntza). Barruntaba en sus conclusiones que más temprano que tarde volvería a plantearse la posibilidad de explorar las entrañas de nuestros campos con nuevas técnicas. No tardó mucho en ver confirmado su pronóstico: en plena ola 'fracking', el lehendakari Patxi López anunció espectacularmente desde Estados Unidos que, gracias a las reservas existentes en la Llanada Alavesa, Euskadi se convertiría en «potencia productora de gas natural dentro de Europa y en un referente internacional de almacenamiento y distribución». Ello generó un debate más visceral que racional, como es tópico entre nosotros.

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La historia tiene visos de repetirse a menos que lo tomemos con la seriedad que las circunstancias imponen tanto en el plano económico como en el ecológico. El tema exige luz, sí, pero que no nos hagan luz de gas.

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