La guerra de Ucrania está sirviendo de escaparate —sangriento escaparate— para los drones, término inglés equivalente a nuestro castizo 'zánganos' por la semejanza entre el sonido que emiten sus hélices al girar y el zumbido de los abejorros. Pequeñas aeronaves pilotadas a distancia que ayer ... nos parecían sofisticados juguetes, ahora se desvelan estremecedoras armas tecnológicas, más económicas que los bombarderos tradicionales pero altamente letales, condiciones de ventaja a las que se añade su eficacia psicológica en el amedrentamiento y desmoralización de las poblaciones civiles blanco de sus ataques.
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Vuelo bajo, escasa envergadura y consistencia, gran potencial destructivo sobre la vida social y zumbido penetrante: las mismas características que reúnen otra clase de zánganos en expansión con riesgo de plaga en nuestro paisaje político. Hablo de los energúmenos que convierten un simple partido de fútbol en la última batalla de la Reconquista, de los racistas y mediohombres que las toman contra los más vulnerables, patriotas de pulserita y machitos de linimento que con discursos violentos, estomagantes, intentan criminalizar a quienes no piensan como ellos y cargan contra las inquietudes de una sociedad sensible a la integración, el respeto de las minorías, la dignificación de la mujer o el cambio climático. Productos de la 'ingeniería social y de género' dominante, dicen, a los que oponen un modelo de país beatificador de monteras y tricornios, curas castrantes y flamencas con peineta.
Zánganos y zánganas, sí, porque trabajar no es lo suyo, pero cuidado con menospreciarlos pues aunque no lancen bombas como los drones poseen una inquietante capacidad para, cual gota china, ir socavando la convivencia. En su ambición por asaltar los cienos, el zángano nos desarma con su desacomplejada audacia de demagogo y sus prédicas mentirosas dirigidas a un electorado al que trata de idiota subido. No es fácil luchar contra la vulgaridad, la mentira y la falaciosidad hecha sistema: desigual será siempre el combate de la razón contra su juego sucio y total ausencia de escrúpulos.
Andémonos alerta, pues, con los zánganos que escapan al control de nuestros desentrenados radares. Por gallináceo que tenga el vuelo mental, por embrutecidas que sean sus salpicaduras y flagrante su ignorancia, la historia enseña que es así como incuba el huevo de la serpiente. «Dos estúpidos son dos estúpidos, diez mil estúpidos son una fuerza histórica», advertía un perspicaz. Y en estas estamos.
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