Austeridad para Richistán
El oficio de vivir ·
Vienen tiempos duros y no será la magnanimidad de los hiperricos lo que nos saque del atolladeroSecciones
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El oficio de vivir ·
Vienen tiempos duros y no será la magnanimidad de los hiperricos lo que nos saque del atolladeroAl año de iniciarse la anterior crisis, la revista Forbes, el 'Gotha' de las élites económicas, lanzó un grito de alarma ante el riesgo de que los ricos vieran mermadas sus cuentas corrientes: «Esto no traerá nada bueno para nadie –escribió su editor–. Si ellos ... se están volviendo más pobres, también nosotros nos volveremos más pobres». Lógica aplastante... sobre todo 'aplastante' para los de abajo. Una década después, sabemos que la Gran Recesión no solo no redujo el patrimonio de los más desahogados sino que, al contrario, la riqueza siguió concentrándose hasta niveles pornográficos.
Fue entonces cuando empezó a hablarse de 'Richistán', irónico apelativo para la comunidad formada por ese puñado de personas que pueden pagarse unos modos de vida diferentes al resto de los humanos. Sin necesidad de fronteras ni de reconocimiento de la ONU, los 'richistanís' tienen el mundo a sus pies. Viven en urbanizaciones protegidas como fortalezas y veranean en islas exclusivas; con lo que pagan por un par de zapatos subsistirían cuatro familias modestas durante un año; disfrutan de un sistema de salud privilegiado, con acceso al comercio de órganos para trasplante e hijos por encargo; toman su jet privado para ir a comer a cualquier lugar del mundo, y mandan al niño al cole en helicóptero. Guardan millones en paraísos fiscales con sigilo, pero con fanfarria anuncian sus donaciones filantrópicas. Salvo raras excepciones, aborrecen cuanto suene a 'público' o a 'interés general'.
El 'richistaní' Donald Trump acaba de aprobar un billonario plan de rescate, el mayor de la historia, que en más de sus tres cuartas partes beneficiará a ricos y a grandes corporaciones, y menos del 3% a las clases media y baja (cifras denunciadas por un equipo de legisladores estadounidenses). Para mayor sarcasmo, ha bautizado ese regalo como 'ley cares': Trump se reconoce como un tipo 'de mucho cuidado'.
Vienen tiempos duros para la mayoría y, desde luego, no será la magnanimidad de los hiperricos lo que nos saque del atolladero. Las amables detracciones, mangas anchas y vistas gordas fiscales deberán ajustarse a las grandísimas necesidades. ¿No es ya hora de que la austeridad se la apliquen los que más tienen? Bill Gates, dueño de una de las mayores fortunas del mundo, lo viene proponiendo con un argumento de reciprocidad respecto al que planteaba Forbes: «Si todos se vuelven más pobres, también nuestra vida se volverá más pobre». Lógica aplastante... para que esta vez nadie acabe aplastado.
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