El barco de Neurath
El oficio de vivir ·
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Como los navegantes en tiempos de Elcano, quienes viajamos a bordo de la nao Tierra tampoco estamos para bromasEl virus no es la broma, aunque se parecen. Pesadilla de las flotas navales cuando se fabricaban en madera, el llamado 'gusano de barco' se adhería al casco y lo iba carcomiendo hasta reducirlo a esponja. En su circunnavegación, la expedición de Elcano fue en ... parte hundida por este xilófago que debe su curioso nombre a la etimología griega. Y, sí, el Covid no es la broma pero se parecen por su capacidad destructiva inversamente proporcional a su tamaño y por la discreción con que operan.
Como los navegantes de aquellos cascarones, quienes viajamos sobre la nao Tierra tampoco estamos para bromas. No es solo que nos preocupe un futuro en el que habremos de hacer frente a los ataques de bacterias y virus. Es que amenazas de naufragio las hay de más. En primer lugar, por la emergencia climática y medioambiental asociada a la degradación de la biosfera, el cambio climático y la reducción de la biodiversidad. No ayuda, sino más bien lo contrario, un modelo económico global volcado en el crecimiento como fin en sí, indiferente a cualquier consecuencia ajena al beneficio inmediato.
El ser humano, relegado a factor marginal del sistema, se sumerge en la frustración y la neurosis. Riesgo de rebelión a bordo: regresiones políticas ya hoy más que evidentes, aumento de los populismos y falsas soluciones autoritarias. En un contexto de proliferación de armas y con las instituciones multilaterales en descomposición, la historia enseña que antes o después los estallidos violentos actúan como salida catártica. Cualquiera de estos desafíos, de no hallarles remedio, nos abocaría a un porvenir de conflictos y desastres.
El sociólogo y economista austriaco Otto Neurath alumbró hace casi un siglo una analogía marinera alusiva al trabajo científico que cabe aplicar al mundo contemporáneo. Somos como marinos navegando en mar abierto sobre un barco con materiales fatigados: una vela se rasga, un mástil se quiebra, el timón no responde, se abre una vía de agua... Y carecemos de piezas de recambio, ni hay puerto donde entrar en dique seco. Hemos de apañarnos con lo poco o lo mucho que poseamos: esfuerzo, cooperación, imaginación, solidaridad.
Sería deseable que la epidemia ayudara a tomar conciencia del valor de la aventura de la que formamos parte, la increíble aventura de la humanidad bajo el signo de la incertidumbre y la tragedia. La crisis planetaria nos pone ante el espejo de lo que somos: una comunidad de viajeros cuyo destino está inseparablemente unido al de la nao Tierra.
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