Con nuestra capacidad para comprender, dominar y transformar el medio que nos rodea, los humanos hemos vencido limitaciones y padecimientos, superado privaciones y miserias. En esta aventura, el animal racional utilitario ha debido pagar como peaje el desencanto del mundo. Acuñado por el sociólogo Max ... Weber, este concepto define la depreciación de lo sagrado y la marginación progresiva de lo maravilloso en la civilización moderna, cuyo declive −atestigua la psicología− es causa de malestar, de pérdida de sentido y, en último extremo, de alienación.

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¿Sería posible darle la vuelta y conseguir que el mundo vuelva a reencantarse? Así lo creen tanto los fundamentalistas religiosos como los creyentes en mitologías, los sacralizadores de la naturaleza y los reaccionarios añorantes, amén de cuantos se afanan en explorar bajo la costra de lo aparente en busca de fuerzas ocultas y de verdades arcanas. Algunos ejemplos de esta clase de actividades se han exhibido durante los pasados días en el tradicional salón del esoterismo de Donostia cuya visita nos resultó, como siempre, instructiva.

En el nivel más obvio, es llamativo el tirón comercial y la pervivencia del mercado paranormal y de mánticas sostenido por un público fiel sobre todo femenino (aspecto digno de estudio). Una feria de consumo para la satisfacción psicológica de personas con necesidades emocionales (¿quién no las tiene?), inquietas ante su futuro en vida (familia, enfermedades, guerras, crisis económica) o después de ella (el más allá), cuando no simplemente atraídas por lo misterioso trascendente.

La ciencia y las técnicas, en buena medida culpables del citado desencanto, aportan un marchamo de rigor a efectos del marketing reencantador. Ello se opera mediante el uso de un lenguaje facultativo (medicina cuántica, biología espiritual, ciencias intuitivas...), y de herramientas que parecen híbridas (agua hexagonal, biorresonancia, descontaminantes electromagnéticos...). Esta vertiente pseudocientífica se complementa con el recurso a espiritualidades tradicionales por lo común exóticas (como los siempre coloristas monjes budistas), aunque también católicas (rosarios de María Magdalena, toda la retórica en torno a los ángeles).

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Durante el paseo por el salón puede que uno se sienta inmerso en una suerte de 'ambulatorio metafísico', de dispensario para dolencias, duelos e incertidumbres administrados al peso. Algo así como en un bazar chino para el alma. Puede que esta clase de reencanto le desencante.

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