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Si escribiera el título de esta columna en inglés, sería otro nivel. Pero también te digo dos cositas: una, me debo a mi público y dos, no hablo inglés. Prefiero hablar solo un idioma con precisión y rigor. 'Alta sociedad' en español suena garbancero, como ... si hubiera mucha distancia entre 'ellos' y la democrática clase media-donostiarra (verbigracia, yo). Sin embargo, si dices 'High society' es un concepto más inclusivo, sofisticado y mundano. Te sientes menos trepa y arribista. Un quiero y no puedo más informal, más 'urban chic style', en fin, ya me entiendes. Tampoco voy a entrar si unos y otros son 'gente de bien' o 'gente bien', para ese tipo de equívocas sutilezas dialécticas tenemos a Feijóo, al que por cierto no vendría mal un cursillo exprés de oratoria.
La lengua de la tribu une, aglutina, hermana. Y en las CC.AA. nacionalistas, es tan indubitable como perturbador (¿Quo Vadis Domine?). Lo he vivido en Barcelona. La fiesta de Santa Eulalia, un éxito (felicito a los sponsor y partners). Servir ostras en un catering es mucho poderío, tío. Los protas del evento, nostálgicos y evocadores (un beso al tándem Sardá-Boris). El paisaje, perfecto. El paisanaje ecléctico y dúctil. Nunca he visto más especies dispares juntas y revueltas: peperos, progres, indepes, ácratas. Lo peor, la alcaldesa Ada Colau, una populista demagoga imputada por 'presunta' malversación, convertida en la Juana de Arco de la catalanidad. Demasiado para el 'body', colega.
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