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Sin entrar en detalles, diré que tengo un amigo en el otro lado de la trinchera ideológica. Y aquí, en el País Vasco, es mucho decir. No seas gafe, tío. Hemos evolucionado creando sinergias. Discrepamos o confraternizamos sin prejuicios con todo tipo de amigos. ¿Somos ... o no somos demócratas? Pues eso. Recuerda que hace unos años tenías que hacer un Auto de Fe proclamando «yo también tengo un amigo homosexual». Ahora, hasta puedes ser hetero, facha o católico practicante. Nadie te va a preguntar a quién amas o a quién rezas. Tampoco te vengas tan arriba. No se te ocurra preguntar a quién votas. Es de mala educación. Somos muy libres siempre que comulgues con la ortodoxia oficial.
De estas cosas te das cuenta con la edad. Cierto que hay quien no se da cuenta en la puñetera vida, de todo hay en la viña del Señor de los Anillos. Pero tenemos una Constitución (seguro que te has ido de puentazo festejando su onomástica). Una carta magna que protege ideologías, opciones sexuales y libertad de cultos. Lo que no entiendo es que, viviendo en el mejor de los mundos posibles, el país esté hecho unos zorros. Por no hablar de Francia y el eje París-Berlín. A ver si la UE no va a ser tan guay como la venden. Y no lo digo por Reynders, ese ex comisario de Justicia europeo que le han pillado trincando. ¡Bah! Pecata minuta. Con eso ya contamos. Yo hablo de corazones. Unamos nuestros corazones. Une y vencerás. Casi es Navidá.
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