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Bastantes de vosotros siempre habéis soñado con cometer alguna villanía. Pequeña pero gozosa. Bastantes de nosotras acostumbramos a tirar más alto y nuestra ensoñación consiste más bien en ser auténticas supervillanas. Villanas de libro. De cómic. De novela gráfica. Supervillana con superpoderes en película con ... super efectos. Un ser híbrido de Cruella de Vil, Harley Quinn, (la amante de Joker), Cersei Lannister, y Turandot.
Como bien sabía Segismundo la vida, amén de ficción, sueño es y los sueños, sueños son. Resumiendo, nunca nos hemos parecido ni, peor, nos pareceremos a la Bette Davis de 'Jezabel'.
Habríamos querido dominar el mundo (como la mini villana de 'Patrulla canina 2') para hacerlo estallar en la galaxia y luego demostrarles a Greta y los suyos que sí hay planeta B, es rojo y ya existen urbanistas locamemte cuerdos trazando los ensanches interplanetarios.
Nos habría encantado pero ni por esas así que en plan Gru pero sin minions a nuestro lado, solo podemos aspirar a cometer pequeñas rebeldías, nano maldades, mini villanías creyéndonos más rebeldes que Jeanette. Por ejemplo, recorrer la hilera de casetas del mercadillo navideño de cualquiera de nuestras villas (de ahí viene 'villano'), pueblos o ciudades por la parte de atrás, esa que da al jardín alambrado, esa donde los comerciantes depositan la morralla no vendida; la parte que no ven los limpios de corazón.
Por detrás a paso ligero. Para demostrar que a supervillanas no llegamos pero el puntito Lady Scrooge no nos lo quita nadie.
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