Lo habíamos leído. En las novelas editadas en la colección La Sonrisa Vertical, tildada de obscena por los padres de quienes ahora se mesan los cabellos porque sus hijas e hijos ven porno en la red como si sus abuelas no hubiesen buscado palabras guarras ... en los diccionarios. Lo habíamos visto. En aquellas películas como de mucho esplendor, mucho lujo y mucho sillón de mimbre o junco. Algunos hasta lo habían oído a través de la puerta.
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Sexo. Sexo rápido, fugaz. En los baños del aeropuerto. En los del avión. En los de un hotel a donde acudís a una soporífera convención o a una entrega de premios que no recibiréis. Sexo. En los baños de una disco. Sexo buscado, deseado, libre, consentido, faltaría más.
Oído. Leído. Intuido. Pero nunca tan de cerca. Se estrenaba en el Zinemaldia 'Robot Salvaje', metal y jungla animadas. En la cola una pareja se besa apasionadamente. Él le pregunta a ella ¿nos metemos en el baño? Ella pregunta ¿cuánto dura la peli? 101 minutos. Había tiempo...
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