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Solventar de forma binaria mediante una consulta a la ciudadanía británica una cuestión tan compleja como la salida del Reino Unido de la UE ha ... acabado derivando en una auténtica quiebra política y social sin precedentes en la larga historia de la democracia británica. En el referéndum que probablemente se celebrará dentro de unos años, los escoceses decidirán si quieren abandonar una unión de tres siglos con Inglaterra y reincorporarse a la europea. Si votan a favor de la independencia a pesar de las dificultades económicas previsibles, el Reino Unido dejará de existir. Cualquier político británico que quiera que los escoceses permanezcan unidos a los ingleses tendrá que presentar cuanto antes un modelo diferente de unión británica, federal, como alternativa a la independencia. En definitiva, habrá que elegir entre el fin del Reino Unido o un nuevo Reino Federal de Gran Bretaña.
El camino desde el referéndum de 2016 hasta este Brexit duro ha estado lleno de promesas rotas, empezando por el artículo que escribió Boris Johnson en The Daily Telegraph cuatro días más tarde, en el que aseguraba alegremente que «seguirá habiendo libre comercio y acceso al mercado único» y continuando con la declaración del ministro de Comercio Liam Fox de que el acuerdo de libre comercio con la Unión Europea «será uno de los más sencillos de la historia». La realidad es que no es posible, ni para el Reino Unido ni para ningún otro Estado, el mercado único a la carta: para la UE las cuatro libertades de circulación (personas, servicios, mercancías y capitales) son un todo innegociable e inseparable.
El Gobierno de Boris Johnson ha constatado que es más fácil dar un portazo que llamar de nuevo a la puerta para recomponer la relación. 2020 ha sido el año del periodo de transición. Y el Brexit no entiende de fechas límites. La única que está grabada a fuego en el calendario es el 31 de diciembre de 2020, cuando se oficializa el adiós de la isla británica del Mercado Interior y la Unión Aduanera. Con las negociaciones en un momento de máxima tensión, el proceso de salida del Reino Unido de la UE ha desbordado una y otra vez todos los calendarios previstos. Es cierto que nadie contaba con una pandemia global, que paralizó durante meses las conversaciones. Ni las empresas ni los mercados financieros, concentrados en capear la descomunal crisis provocada por el coronavirus, contemplaron la posibilidad de un Brexit duro.
La realidad es que nunca en la historia diplomática ha habido una negociación con tantos plazos incumplidos. La jornada dominical de hoy marca el vencimiento del enésimo plazo pospuesto en el calendario de materialización definitiva del Brexit: esta medianoche, si se cumplen las exigencias del Parlamento Europeo, la UE y Reino Unido deberían haber alcanzado un acuerdo post-Brexit. De lo contrario, tres de los principales grupos parlamentarios —populares, socialistas y liberales— amenazan con aplazar a 2021 la aprobación del acuerdo, lo que podría provocar un caos fronterizo tras la expiración el 31 de diciembre del período transitorio del Brexit.
El objetivo, ambicioso, es (o era, cabría decir a día de hoy) lograr un acuerdo comercial sin aranceles, sin cuotas y sin dumping. De no llegar a un entendimiento, estaríamos ante un escenario próximo al Brexit a las bravas, donde las relaciones entre aliados históricos estarían reguladas por la Organización Mundial del Comercio.
Hay acuerdo en dos de los puntos más polémicos: las normas para evitar una competencia desleal y los mecanismos de control de aplicación del acuerdo. Las posiciones parecen mucho más alejadas en cuanto al acceso de la flota pesquera europea a aguas británicas hasta el punto de que Bruselas duda que sea posible llegar a un pacto. La falta de acuerdo en esa materia, sin embargo, podría paliarse con las medidas de contingencia aprobadas por la UE que, si son aceptadas por Londres prolongarían el acceso a esos caladeros durante un año.
¿Qué tres escenarios cabe prever a día de hoy?: Un 'Acuerdo in extremis' hoy mismo sería la primera alternativa, la deseada por ambas partes; la segunda opción sería un 'Acuerdo provisional', una especie de texto de transición del acuerdo comercial antes incluso del voto en el Parlamento Europeo; y la tercera vía sería el Brexit duro, es decir, un divorcio a las bravas, caótico y no pactado. Un escenario que tendría consecuencias inminentes en la vida de los ciudadanos y en las economías de ambos lados del canal de La Mancha, muy golpeadas per se por la pandemia mundial del coronavirus.
En ese contexto, las empresas vascas aguardan con gran expectación el nuevo escenario. Lo hacen casi todas con el trasfondo de varios años de preparación y con los deberes hechos. En el peor de los casos, si Bruselas y Londres no pactan un marco comercial, los exportadores vascos tendrán que asumir el pago de aranceles por vender su producción en Reino Unido.
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