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El episodio más aireado de las memorias de Barack Obama nos habla del encanto de los tigres, cuya salvación le encomienda su hija Malia, fascinada ante la fiera. Estamos en el ámbito de la ecología, pero el cambio de estimación resulta aplicable al orden político. ... La metáfora del tigre había sido aplicada entre nosotros a los riesgos que corría Pedro Sánchez de admitir las insinuaciones políticas de Pablo Iglesias, a fin de construir juntos una verdadera izquierda. Algo parecido a la dama de Riga en el cuento de Kipling: tras pasear sobre su lomo, acabó en la tripa del tigre, el cual con una gran sonrisa celebró el éxito de su añagaza. O según advertía el tratado contra la zoofilia, a la hora de buscar pareja era aconsejable atender a la advertencia: «rara vez con tigres».
Ante el ansia de poder de Iglesias, su resuelta agresividad –ejemplo hoy, los alquileres– y la confesada intención de suplantar al PSOE, parecía que Sánchez lo tenía claro. Rechazaba la participación personal en su Gobierno del creador del «leninismo amable», Monedero dixit, y confesó que esa eventual presencia le quitaría el sueño. Luego los resultados electorales hablaron y a la incompatibilidad sustituyó el abrazo.
La cohabitación pareció confirmar inicialmente tales reservas. Pablo e Irene planteaban ante sí y por sí sus propuestas y sin reservas atacaban a todo ministro discrepante de ellos. La pandemia cambió las cosas: la hermandad en el riesgo asumido el 8-M impulsó una convergencia frente a toda crítica. El 'cierra la muralla' contra la derecha apocalíptica fue creando una división del trabajo, así que mientras Sánchez llamaba a todos «a arrimar el hombro» –bajo su «mando», claro–, Iglesias acusaba a los opositores de conspiración contra la democracia. Despuntó entonces la intención de crear un escudo defensivo contra «los bulos», ya institucionalizado.
Ahora, mientras es aprobado el Presupuesto, cobra forma algo más duradero. La división críptica de tareas en el Gobierno se convierte en acción conjunta para consolidar una hegemonía, asentada sobre una dualidad insuperable. El Ejecutivo controlará en su integridad los mecanismos del sistema político, y derecha y centro son excluidos de toda intervención. Se trata de mostrar que la menor actitud de oposición carece de base, es pura expresión de la fobia derechista contra las medidas, siempre progresistas, del Gobierno. No hay que gastar tiempo en argumentar. De Carmen Calvo a Echenique, cualquier crítica resulta «contraria a los intereses del país», «pone palos en las ruedas del Gobierno», etc. Trump inspira a Iván Redondo. En cuanto a Arrimadas o Casado, se les devuelve a la basura, a la manifestación de Colón y al regazo de Vox. Así se logra estupendamente partir el país en dos.
Claro que el centro-derecha acudió con rapidez a refrendarlo, con gestos como el del Ayuntamiento de Madrid contra las víctimas republicanas, Largo e Indalecio Prieto. Se adhieren al paleofranquismo de Vox. Todo encaja.
De este modo, para Sánchez el tigre deja de ser un riesgo y se convierte en instrumento para apuntalar su dominio de la escena política, y tal vez soñar con objetivos mayores. Fue el emblema de la memorable película de Fritz Lang. En la India legendaria, los tigres cumplían la tarea de eliminar a los adversarios del poder. Más aún cuando se siente amenazado. Es aquí el caso de la lucha de Pablo Iglesias contra los jueces, cada vez que le incomoda la iniciativa de uno de ellos. Sánchez le deja hacer: favorece su objetivo de un poder judicial sumiso. La experiencia de la fiscal Delgado confirma esa orientación, mientras Casado no puede bloquear eternamente las renovaciones.
A modo de complemento, surge la 'comisión de la verdad', cuyos análisis debieran empezar por la labor del propio Gobierno ante la pandemia. 8-M irrelevante, expertos inexistentes, mascarillas que pueden causar ansia (Simón) o «normalidad institucional» que relativiza las precauciones. La autocrítica nunca llegará. Urge instalar la vigilancia, premisa de una acción contra «los poderes comunicacionales» (Iglesias), léase libertad de expresión.
Un juego más arriesgado afecta a la relación con el Rey y al desgaste de su figura, con el vicepresidente entregado a una constante propaganda anticonstitucional. Sánchez calla de nuevo y suma actuaciones en que la figura de Felipe VI es anulada: veto al acto judicial en Barcelona, viaje 'podémico' a Bolivia. Allí Iglesias lo acaparó todo, incluso firmando un manifiesto «prodemocracia» en el cual los dictadores Maduro y Ortega fueron olvidados.
En el límite, tiene lugar la recuperación gubernamental de Bildu, auspiciada por Iglesias, sin condena alguna de ETA. Entramos en el terreno de la degradación institucional. Una cosa es la legalidad de un partido, otra bien distinta reconocerle como aliado de un Gobierno democrático. El «cambio generacional» (Adriana Lastra) no es sino indignidad y miopía, por el impacto sobre el PNV. La advertencia se confirma: «Rara vez con tigres».
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