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Un joven historiador me contó que había estado investigando sobre las principales personalidades de origen vasco del franquismo hasta que, con su proyecto ya avanzado, ... acudió a la editorial con la que habitualmente publicaba. Se topó con un rechazo radical: «¿Pero tú crees que hay alguien a quien pueda interesarle la vida de los franquistas?», le espetaron. Es exactamente lo contrario de lo que debieron pensar en la Editorial Comares cuando el historiador Pedro L. Angosto les ofreció el original de su 'Diccionario biográfico del franquismo. Protagonistas y cómplices, 1936-1978'. Una obra de carácter prosopográfico que desgrana el 'quién es quién' del franquismo a través de las trayectorias de cuatrocientas de sus más destacadas figuras.
El peso que tuvieron los vascos −superior a otras regiones españolas no solo por su número sino también por su posición en la jerarquía− es, precisamente, uno de los aspectos que el diccionario ilustra. Entre ellos abundan los diplomáticos (José Mª Areilza, Fernando Castiella, J. Félix Lequerica, Manuel Valdés Larrañaga), los escritores y periodistas (Manuel Aznar, Jacinto Miquelarena, Pedro Mourlane Michelena, Rafael Sánchez Mazas), los empresarios e industriales (Aguirre Gonzalo, Oriol y Urquijo), además de militares (José Daniel Lacalle, Luis Orgaz, Miguel Ponte, Angel Salas Larrazabal) y, por supuesto, muchos próceres del aparato gestor y represor de la dictadura (Alberto Alcocer, José Luis Arrese, Esteban Bilbao, Tomás Garicano Goñi, Jesús Gay, Antonio Ibañez Freire, Antonio Iturmendi, Fermín Sanz-Orrio...).
Hombres de muy diversa condición ideológica, profesional y social que, formando una red de colaboradores y de compinches, sostuvieron al general felón durante casi cuarenta años al frente de un sistema que fomentaba la grisura y la perversión moral y donde era ley el arrample de los bienes ajenos, la compra de voluntades, el clientelismo, la corrupción, la violencia y las puertas giratorias. Al ilustrar esto con nombres y apellidos, Pedro L. Angosto ofrece una valiosa contribución en este diccionario cuya lectura no deja lugar a dudas de que el franquismo fue una auténtica desgracia para el pueblo español.
El gran maestro de historiadores Josep Fontana, fallecido este verano, abre el libro con un breve pero sustancioso prólogo en el que afirma: «Confieso que nunca he entendido que se pueda valorar del mismo modo una República que formó maestros, abrió escuelas y creó bibliotecas públicas en los pueblos, y un régimen militar que asesinó maestros, cerró escuelas y quemó libros». Se puede decir más alto, pero no más claro.
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