Se cumplen cincuenta años del primer gran aldabonazo científico contra los riesgos del modelo productivista surgido tras la Revolución industrial. En 1972, el informe 'Los límites del crecimiento' del Club de Roma advirtió sobre las devastadoras consecuencias que en el plazo de un siglo tendrían ... para la vida en el planeta el aumento de la demografía, la industrialización y la sobrexplotación de los recursos naturales. Aquel debate alumbró la doctrina del 'decrecimiento' (hoy simbolizada por el caracol) y su feroz oponente el 'cornucopianismo' (de cornucopia o cuerno de la abundancia) que es la fe en la ciencia y la técnica para superar tales desafíos.
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Llegados al ecuador del plazo fijado por el famoso informe seguimos básicamente igual. Y solo los optimistas (además de los cornucopianos) confían en que logremos evitar a tiempo el descarrilamiento. ¿Qué nos lo impide? Recientes estudios apuntan a determinismos biológicos en la espiral de producción y consumo. El neurobiólogo Sébastien Bohler afirma que nuestra realidad social, económica, financiera y técnica está constituida como prolongación del mecanismo neuroquímico de la insatisfacción permanente. Explicado en breve: nuestro cerebro profundo alberga células nerviosas programadas para el crecimiento sin freno. Cuando consumimos azúcar, recibimos un regalo o ascendemos en la escala social, dichas células responden liberando dopamina, la hormona del placer. Pero esta desfallece pronto a menos que volvamos a nutrir a las células como si no hubiera límite.
Evolutivamente, esto tuvo su razón de ser: en el entorno de nuestros ancestros las ocasiones para saciarse eran escasas y había que exprimirlas al máximo. Pero, hoy, esa insaciabilidad de dopamina en un animal humano capaz de esquilmar todo el medio natural nos arrastra a una situación autodestructiva, placenteramente suicida si se quiere: depredación, derroche de lo esencial, avidez y obesidad, indiferencia ante la suerte que puedan correr quienes nos sucederán sobre la Tierra... son manifestaciones de tal carencia de límites.
Nos encontramos así entre dos tensiones contradictorias: una que emerge de fuerzas evolutivas arcaicas incitándonos a aumentar el consumo en busca de satisfacción, a crecer sin freno, y otra que desde la parte más evolucionada del cerebro nos conmina a la ascesis. Que es como decir que en cada uno de nosotros se libra una batalla entre el caracol y la cornucopia. Nuestro porvenir como especie dependerá de la resolución de este dilema.
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