Es bien conocida la expresión del 'pato cojo' para los presidentes de Estados Unidos que no van a repetir en el cargo. En el caso ... de Biden esta circunstancia se adelantó al 24 de julio, cuando desde el despacho oval de la Casa Blanca anunció su renuncia a presentarse a las elecciones presidenciales tras su penosa actuación en el debate televisivo con su contrincante Donald Trump y el escaso entusiasmo que generaba incluso en las filas demócratas. Desde ese momento, y hasta el 20 de enero en que tome posesión el multimillonario neoyorkino, Biden es, a todas luces, un pato cojo. ¿O no? Porque resulta que, en estos meses, ha seguido manteniendo un papel sumamente activo en política exterior, en especial, en sus respectivas ayudas a Israel y a Ucrania. Dado que Harris perdió y él se va, quizás podía haber cambiado un poco el rumbo de las relaciones con Netanyahu, aunque no lo ha hecho. Sin embargo, llama la atención las medidas que ha tomado recientemente respecto de Ucrania.
En efecto, poco a poco ha ido traspasando las líneas rojas que su propia Administración se había fijado para no inquietar demasiado a Rusia y escalar el conflicto a niveles desconocidos. Es verdad que algunas de estas líneas se habían atravesado con anterioridad y Moscú había amenazado, pero sin concretar acción alguna. De esta forma se le ha ido proporcionando a Zelenski cuanto ha ido pidiendo, hasta el punto de que las tropas ucranianas entraron en la región rusa de Kursk y aún siguen ahí, lo cual constituye todo un desdoro para el gobierno ruso, que ve cómo una parte de su territorio está controlado por el enemigo. Evidentemente, esto no habría sido posible sin el auxilio de Occidente y de ahí que Putin hable de una coalición internacional contra Rusia. Pero por eso mismo el Kremlin tampoco se ha quedado atrás. Como consecuencia de la alianza militar entre Rusia y Corea del Norte del pasado mes de junio, en virtud de la cual ambos países se comprometían a defenderse mutuamente en caso de un ataque extranjero, unos 11.000 soldados norcoreanos han sido desplazados por Pyongyang para defender suelo ruso, la mayoría acantonados en la zona de Kursk.
En este contexto, Biden ha querido dar una vuelta de tuerca, permitiendo a Ucrania, el pasado 17 de noviembre, el uso contra Rusia de los misiles ATACMS. Es cierto que existen varios modelos y que de los más avanzados Kiev ha debido recibir sólo unos pocos, pero la inyección de moral de esta autorización no se ha hecho esperar y el ejército ucraniano ya los está usando contra Rusia. Al tener un alcance de 300 kilómetros, su empleo puede hacer mucho daño en la retaguardia: lanzaderas, aeródromos, bases de suministros, almacenes de munición, etc. Los expertos creen que estos ATACMS y los Storm Shadow británicos posiblemente no alteren sustancialmente el curso de la conflagración, pero sí pueden reforzar la posición de Zelenski con vistas a una futura negociación. En esta misma dirección irían otras dos medidas tomadas por Biden: el envío de minas antipersonas, decisión muy criticada por las organizaciones que denuncian este tipo de armas, y el gasto inmediato de la partida de 7.000 de dólares aprobada por el Congreso. Curiosamente, Ucrania se adhirió en su momento al Tratado de Ottawa o Convención sobre la prohibición de minas antipersonales.
A pesar de que la Administración Biden lo niega, todo hace pensar que estas decisiones han sido tomadas a resultas de la vuelta de Donald Trump al poder. De hecho, el magnate ha sostenido durante la campaña que podría resolver rápidamente el conflicto en Ucrania, al tiempo que se comprometió a no conceder asistencia adicional de Estados Unidos a Kiev en caso de ser reelegido. Por tanto, el temor de Biden es que sus esfuerzos en favor de Zelenski se desvanezcan a partir de enero y por eso las decisiones que está llevando a cabo últimamente. Sus contactos periódicos con Putin tras abandonar la Casa Blanca y la elección de Tulsi Gabbard como responsable de Inteligencia Nacional apuntan en sentido contrario a la política de los demócratas en Ucrania. Hay que recordar que Gabbard ha acusado a Estados Unidos y a la OTAN de ignorar las preocupaciones de Rusia en materia de seguridad. Lo cual tampoco es novedoso, si tenemos en cuenta lo señalado en su momento por los nada sospechosos Kennan o Kissinger respecto de Ucrania o Georgia. La misma Merkel en sus memorias acaba de hacer alusión a este tema.
Así pues, algunos republicanos acusan a Biden de aumentar la tensión con Rusia. Si bien, a menos de dos meses de que Trump acceda a la Casa Blanca, no parece que Putin vaya a iniciar lo que algunos denominan una Tercera Guerra Mundial. El tiempo corre a su favor, de suerte que es posible que Ucrania tenga que ir preparándose para un fin bélico lo menos traumático posible, sabiendo que el nuevo ejecutivo estadounidense no quiere gastar más dinero en una contienda lejana y que el apoyo de los europeos será insuficiente.
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