
Trump, entre la verdad y las mentiras
El presidente de EE UU miente cuando tilda a Zelenski de dictador y al aseverar que tiene muy poco apoyo en las encuestas
Historiador y politólogo. Catedrático de Universidad
Jueves, 27 de febrero 2025, 01:00
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Historiador y politólogo. Catedrático de Universidad
Jueves, 27 de febrero 2025, 01:00
Desde que hace unos días se produjera la conversación telefónica entre Donald Trump y Vladímir Putin para tratar de poner fin a la guerra de ... Ucrania, las cancillerías europeas están temerosas de quedarse fuera en las negociaciones. Lo mismo que el ejecutivo de Ucrania, que observa cómo se puede decidir el destino de su nación a sus espaldas. Máxime, si tenemos en cuenta la reunión en Riad entre los responsables últimos de la diplomacia estadounidense y rusa, quienes ya están trabajando en un encuentro personal entre ambos dignatarios. Algo que supone poner fin a la política de aislamiento de la Federación Rusa llevada a cabo por Biden, y, por otro, ningunear a la UE y a la OTAN, instituciones que han tenido un protagonismo fundamental en la defensa de Ucrania y que ahora se ven completamente marginadas.
Por lo que sabemos de su anterior presidencia y por cuantas declaraciones hace, más que atrapado en una burbuja de desinformación rusa, como ha señalado Zelenski, Trump vive en una realidad paralela plagada de falsedades, exageraciones y medias verdades, aderezado siempre con una gran dosis de ignorancia y adulación. Aparte de un cierto mesianismo, intensificado por haber sobrevivido a un atentado y jaleado por los grupos evangélicos. Por eso, en mi opinión, la controversia dialéctica que está manteniendo con el líder ucraniano debe ser entendida en este contexto. Y de ahí que muchas de sus afirmaciones sean embustes, si bien hay una verdad que merece la pena ser subrayada.
Comenzando por las mentiras, materia en la que Trump es un experto, niego que Zelenski sea un dictador, con independencia de que no convoque elecciones, porque su manera de gobernar no se ajusta a esa figura. Si no ha habido comicios es porque Ucrania está bajo una ley marcial a causa de la conflagración. De manera que, debido a los huidos, los desplazados y las condiciones del frente su organización no resulta factible. Aunque, en cualquier caso, hay que decir que las votaciones no son exclusivas de las democracias, pues las dictaduras a veces también las llevan a cabo, como con Franco, por ejemplo. En Ucrania se han hecho desde su independencia en 1991, pero eso tampoco ha sido una garantía para que esa república haya gozado de un sistema democrático pleno, siendo calificado como un país parcialmente libre (Fredom House).
De todos modos, tampoco parece que Trump sea la persona idónea para dar lecciones en este sentido. En 'Cómo mueren las democracias', Levitski y Ziblatt lo califican de autócrata electo, habiendo caracterizado su primer mandato por sus embestidas frontales al sistema mediante tres estrategias, a saber: apresando a los árbitros, marginando a los controles clave y reescribiendo las reglas del juego. Eso por no hablar del golpe de Estado del 6 de enero de 2021, cuando, a sabiendas, se negó a reconocer a Biden como ganador y trató de que su vicepresidente, Pence, no ratificara los resultados.
Por lo demás, el magnate miente asimismo al aseverar que Zelenski tiene muy poco apoyo en las encuestas, menos del 4%, razón por la cual no pone las urnas. De acuerdo con el Instituto de Sociología de Kiev, el 52% de la población confía en su liderazgo, porcentaje que seguramente está creciendo por su actitud de enfrentamiento con Trump. No obstante, en general, su popularidad ha bajado desde que accedió al poder en 2019. A este respecto, el dirigente ucraniano ha manifestado su intención de celebrarlas cuando llegue la normalización. El problema es de qué normalización está hablando. ¿A qué se refiere Trump al decir que tendría que apresurarse porque si no, tal vez «no le va a quedar país»? Desde luego, todo apunta a que podría no ser el mismo sobre el que empezó rigiendo por las conquistas hechas por el ejército ruso.
Pero junto a estas falacias e inexactitudes, en las palabras de Trump hay parte de verdad: no que Ucrania es la potencia agresora, sino que es, en buena medida, responsable de no haber frenado la contienda. Los acuerdos de Minsk I y II no se cumplieron y el ejecutivo de Kiev sucumbió ante los cantos de sirena de la OTAN, en especial de su ex secretario general, Stoltenberg, quien, apelando constantemente a la soberanía de Ucrania y a la posibilidad de ingresar en la Alianza, no consideró las líneas rojas de Rusia. Posiblemente llevadas por los acontecimientos de 2014 (golpe de Estado contra Yanukóvich, anexión de Crimea y estallido de la crisis en el Dombás), las autoridades ucranianas apostaron por la vía atlantista sin medir adecuadamente las consecuencias. Afirmar, como hace Trump, que con él en el Despacho Oval no se hubiese producido la contienda es un contrafactual. Si bien, en un ataque de sinceridad, el propio Stoltenberg llegó a reconocer que quizás había ido demasiado lejos. Sin embargo, era tarde. De ahí que en estos momentos nos encontremos con una Ucrania destrozada, con varios millones de desplazados, cientos de miles de muertos (no millones, según Trump) y humillada. Y yo me pregunto, ¿realmente ha merecido la pena?
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