![Los cinco sentidos](https://s3.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/202211/08/media/cortadas/77822825--1248x1670.jpg)
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Se nos informa de vecinos de suficiente cuajo económico para poder figurar en la revista Forbes que es de todas las que se publican la ... que más fomenta el sentido de la envidia. Claro que, mucho más importante que tener mucho dinero es no tener lo necesario, que es ahí donde de verdad nos duelen más los sentidos. ¿Que cuál de ellos el de más difícil búsqueda y encuentro? ¿El más cruel la ceguera y el más soportable la anosmia o pérdida de olfato?
De los otros muchos sentidos que usamos mejor hacernos con un vademécum en donde la neurología, la psicología o la filosofía se den cita. Así como con un léxico perteneciente a esas ciencias de medicina tan interna con el que pudiéramos encajar aquí miles de sentidos englobados un poco como a montón en fenómenos o percepciones que tienen que ver con la cenestesia, cinestesia... que me refiero a sensaciones como el del equilibrio, humor, ganas, quimeras, ensoñaciones, orientación... Todos alumnos aplicados del existir más que del vivir que, ya se sabe que el existir muchas veces poco tiene que ver uno con el oro, aunque a algunos así no nos lo parezca.
Pero, aun de existir, ¿a guisa de qué? Los que, con más o menos capacidad muscular logramos todas las mañanas despegar la cabeza de la almohada, ir al baño, miccionar y aventar las legañas bajo el agua de la ducha, abrir la ventana, conversar in mente con el tiempo que se nos depara y nos enfrentamos, junto con el desayuno, a una ristra de medicamentos, tenemos establecidas unas preferencias entre las cápsulas y las pastillas, ¿con cuáles mejor?
Es la pregunta del amedrentado sujeto que salta al ruedo mañanero y tiene que enfrentarse a las tarascadas de ese toro pastillero que llega pujante y bravo, con los enhiestos pitones como yataganes de doble corte en que se convierten los túneles de garganta obstruida por resoplidos que hasta para un mínimo respirar acongojan; que le maltratan en su asiento y busca mejores asideros para un mantenerse a flote aún en la vida y por el lado más impensado en esta mañana, y como no sabe por qué, le ha visto la cara a la señora de siempre, ésa que lleva en sus manos la bien lavada mortaja, los ojos velados por tan cerradas cataratas que ya se sabe que, por los sentidos también penetran las tentaciones compasivas que son, casi siempre, las más inconvenientes para que su trabajo sea eficaz y justo.
Cualquier día, cualquiera de estas cápsulas o pastillas está dispuesta a amargarnos el día. Recuerdo que, en viejos tiempos de mi niñez, había en casa una enciclopedia, 'El Médico en casa' (Est. Quillet, Barcelona, 1925), en cuyo principio y fin presentaba dos imágenes, la de una mujer y un hombre diseccionables, penetrables en su intimidad anatómica, fisiológica, topográfica, organográfica, digestiva, neuronal... con solo levantar las placas o segmentos plegados. A la manera de un cirujano que irrumpe en el 'sancta sanctorum' de los cuerpos tendidos en el quirófano y va buscando la correspondiente patología sopesando órganos en su demanda de dolamas generadores del morbo que precisa ser apartado, una memoria a la que algunas veces vuelvo cuando a esa hora de la medicación me encuentro ante la dificultad creada por alguna de esas cápsulas rebeldes que se nos queda estancada en la faringe o en el esófago o a todo lo largo del tracto del bolo alimenticio, cuando la salivación y sudoración aumenta, la garganta da resoplidos como en gruñidos de matanza, y no se sabe por qué, por asociación de ideas acaso que es como otro sentido añadido. Piensa que es el viaje lleno de sirtes y aguas turbulentas de un Ulises en retronavegación a su Itaca y a su Penélope y, sobre todo a su fiel Argos, la fiel memoria perruna hasta la muerte, los huesos en lanza del can aguardando la mano del amo que pide perdón por el largo viaje y recompensa la espera de paciencia inmensa con cálida y amorosa lametada cariciosa.
Ya en últimas instancias, en el momento de escribir estas vagas reflexiones sobre los sentidos (nada más que de las cinco corporales que menciona Astete), ¿en qué rango o escala colocarlos? Con un término en arameo puede leerse en Marcos (7, 31,35), aquel episodio de cuando trajeron a Jesús un sordo y tartamudo para que le pusiera la mano encima, y que «metió sus dedos en las orejas de él, y escupiendo, tocó su lengua, y mirando al cielo, gimió, y le dijo: 'Ephphatha': que es decir, ser abierto», que pase aun la de la sordera como el más leve de los sentidos dañados aunque su ausencia nos pueda dejar en un silencio desértico peor aún que en ámbito de músicas y ruidos, pero que, pese a ello, pese a todo, nada tan oscuramente difícil como encontrarse, mírese por donde se mire, con este tan atroz absoluto sinsentido de un vivir doloroso como en tantas ocasiones nos sumen los sentidos.
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