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Dice Mathew Vattamattam, superior general de los Claretianos, que todos los muertos de una guerra, con independencia de su credo religioso o de su filiación política, tienen derecho a ser recordados y enterrados con dignidad como seres humanos. Y quien escribe estas líneas entiende que ... cualquier esfuerzo en esta dirección ayudará a una verdadera reconciliación. Y añado que en la Guerra Civil española muchos murieron por llevar sotana, pero el padre Otano murió injustamente asesinado por las tropas alzadas contra la República a pesar de llevar sotana, porque la Guerra Civil española del 36 fue también una guerra entre católicos.
Por inesperados azares de la vida ha caído entre mis manos un pequeño, pero muy interesante, libro de 164 páginas escrito por Josu M. Alday titulado 'Vida y muerte de José Otano Miquéliz' misionero claretiano asesinado en Hernani en 1936'. Libro muy interesante editado por Publicaciones Claretianas con amplia bibliografía y abundancia de citas, fruto de ardua investigación y cotejo de diversa documentación y que será presentado esta tarde en una librería donostiarra.
El claretiano José Otano nació el día 30 de marzo de 1898 en el pueblo navarro de Lerga. Fue ordenado sacerdote el 26 de mayo de 1923 en Segovia y destinado en la comunidad de Bilbao. Ejerció durante dos años en París. Fue, posteriormente organista en la comunidad de Tolosa, después de dos años en Valladolid y Zamora, recaló de nuevo en Tolosa. Abandonó Tolosa el 7 de agosto de 1936 para refugiarse en San Sebastián con el fin de evitar sufrir las represalias por parte de los milicianos izquierdistas que se batían en retirada ante el avance de los requetés. Cuando las tropas sublevadas contra la legalidad vigente conquistaron la capital guipuzcoana, José Otano no consideró huir a Bilbao, puesto que él no había tenido manifiesta actividad política alguna, como otros sacerdotes vascos, Martín Lekuona es ejemplo de aquella desgracia. El 12 de octubre de 1936 José Otano es detenido por ser considerado nacionalista vasco en la comunidad claretiana de San Sebastián, conducido a la cárcel de Ondarreta y fusilado, con apenas 38 años ante la tapia del cementerio de Hernani un 23 de octubre, como otros sacerdotes vascos, José de Ariztimuño 'Aitzol' fue otro de ellos. Como otros tantos sacerdotes y religiosos vascos, muertos a un lado y otro del frente, José Otano se había limitado a cumplir con su misión y sin embargo terminó su vida ante un pelotón de fusilamiento. Como tantos otros, también de ambos bandos, murió tras señalar que perdonaba a los que habían tenido parte en su muerte. La Guerra Civil fue un auténtico fracaso colectivo, de la política y de la capacidad de diálogo del ser humano. Pero algunos, hay que decirlo, fueron muchísimo más culpables y muchísimo más responsables que otros. Ojala que no lleguen a cortarse los hilos de la historia. Recordar es muy fundamental. No, nunca jamás.
Creo y quiero creer, en la iglesia comprometida de Oscar Romero, Casáldiga y Ellacuría, Setién y Uriarte, Leonardo Boff, Ernesto Cardenal y Küng. Y de José Otano, Aitzol y Martín Lekuona curas vascos, nacionalistas y vasquistas, comprometidos y fusilados ante los paredones por los golpistas del 18 de julio del 36. Quiero creer que si el claretiano José Otano viviese hoy entre nosotros compartiría estas reflexiones, podríamos hablar, dialogar, confrontar ideas y matices varios.
Creo reflejarme en aquella iglesia de aquel Jesús que hermanaba fe y justicia, evangelio y liberación, religión y emancipación, y que José Otano en esto tan básico estaría de acuerdo en lo fundamental. Sí creo que él estaría de acuerdo en poder creer y reflejarse en esa Iglesia de aquel Jesús de Jerusalén y de Nazareth. Creo, como él lo haría, en el papa Francisco. Y en aquel Concilio Vaticano II impulsada por un audaz y valiente Papa Bueno llamado Juan XXIII. Creo, como José Otano, en la iglesia de Jesús crucificado por escandalizar lo establecido y lo políticamente correcto, un Jesús enfrentado a sus mismos compatriotas judíos colaboracionistas e hipócritas. Creo creer, y reflejarme, como el claretiano José Otano, en aquella iglesia que apostó por un mundo mejor, la igualdad de la mujer, aquella iglesia que proclamó la solidaridad, justicia, libertad, alegría, igualdad, fraternidad, optimismo y la vida plena. Creo creer, y reflejarme, en la iglesia, como José Otano, de aquel que se decantó por los perseguidos, pobres, oprimidos y marginados. Creo que creo, como el claretiano José Otano en la iglesia de un Jesús bueno, rebelde, inconformista, justo vital, alegre, que habló de libertad, alegría, compromiso y futuros compartidos. Y creer en la iglesia de un Jesús que iguala a todos, hombres y mujeres.
El claretiano Otano fue considerado nacionalista y vasquista, prueba son los manuscritos de cantos conservados en el archivo de los claretianos de Tolosa, un volumen de 130 páginas escritas de su puño y letra todas en euskera menos dos en latín. En Eresbil se guardan algunas de ellas, otras se han extraviado. José Otano fue buen claretiano, claretiano bueno, fusilado y asesinado injustamente por los fascistas. Recordar es fundamental, lo repito, no puede morir el hilo de la historia y menos la de los buenos hombres, la de los hombres buenos. Honor, reconocimiento y recuerdo a personas como el claretiano José Otano Miqueliz.
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