La otra Conchita
Giputxirene ·
Montes fue actriz, políglota, escritora y encarnó a una mujer todo lo libre que podía ser en aquellos añosJUAN AGUIRRE
Sábado, 16 de junio 2018
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Giputxirene ·
Montes fue actriz, políglota, escritora y encarnó a una mujer todo lo libre que podía ser en aquellos añosJUAN AGUIRRE
Sábado, 16 de junio 2018
Esta semana se ha hablado y aquí se ha escrito sobre la actriz donostiarra Conchita Montenegro, evocación en temporada de cerezas que nos ha traído asociado el dulce recuerdo de su par Conchita Montes, mujer de belleza menos espectacular pero de personalidad y trayectoria ... más interesantes. Y en cuya biografía hay un episodio, tenebroso episodio, acontecido en nuestro suelo.
Conchita Montes fue de las primeras universitarias del país, cursó la carrera de Derecho y marchó a estudiar a Estados Unidos donde conoció a Edgar Neville, diplomático español que trabajaba como guionista en Hollywood. Edgar tenía catorce años más que Conchita y estaba casado; además, ambos eran republicanos: toda una pesada cadena de prejuicios cuando estalló la Guerra Civil.
Neville se enfundó la camisa azul sobre el chaqué diplomático y procedió a autodepurarse con textos y guiones exaltadamente patrióticos. Mientras, su amante se instaló en San Juan de Luz regentando una pensión que daba hospedaje a españoles en espera del salvoconducto para entrar en territorio sublevado. La muy cinéfila Conchita no imaginaba que estaba prefigurando al Rick de 'Casablanca'. Algo o alguien le hizo creer erróneamente que las sospechas sobre ella se habían evaporado y cruzó la frontera de Irun en mayo de 1937.
Fue detenida y encerrada en un convento en San Sebastián bajo acusaciones que nunca llegaron a aclararse del todo. En nuestra ciudad empezó a escribir y conoció a Miguel Mihura que luego la invitaría a colaborar en La Codorniz. Para sus páginas creó un pasatiempo celebérrimo: Damero Maldito.
Actriz, traductora políglota, escritora, empresaria y directora de escena, la Montes encarnó a una mujer todo lo libre que se podía ser en aquellos años: elegante, pinturera, seductora, alegre, sentimental, un punto locatis... Lo hizo sobre las tablas, en pantalla y en el escenario de lo cotidiano derrochando ingenio, cosmopolitismo y glamour.
Como ella, otros muchos artistas y creadores de su generación tiraron de frivolidad y de ironía para sobrevivir a una realidad oscura y ramplona. Podrían parecer superficiales a primera vista, pero observándoles bien descubrimos irisaciones de inteligencia y de sensibilidad poco comunes. La recuerdo, ya setentona, representando a 'La estanquera de Vallecas', personaje de neosainete al que dotaba de todo su encanto de alta dama y su delicioso y característico ceceo. Conchita Montes era una gran conversadora y adoraba San Sebastián. Pero nadie consiguió que hablara nunca sobre aquel episodio oscuro en la Donostia de comienzos de la Guerra Civil.
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