Conciencia y ciencia de la paz
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Los nuevos 'Richelieus' nuclearizados pretenden convertir el tablero político internacional en un palenque de gallosEn asuntos de Estado, los más débiles siempre están equivocados». A Hugo Grotius le irritó sobremanera el comentario proferido por el hombre más poderoso de su tiempo, el cardenal Richelieu. Porque durante todos los días de su vida aquel humanista, diplomático y jurista holandés no ... conoció sino guerra, la de Flandes que se solapó con la de los Treinta Años, y sabía que de ellas nadie sale vencedor y sí todos vencidos. Entonces, ¿por qué no acabar con la infernal dialéctica entre fuertes y débiles? Y, teniéndonos por racionales, ¿por qué no explorar las posibilidades de una ciencia de la paz entre las naciones? Tal fue la piedra angular de la primera teoría del Derecho Internacional establecida hace cuatro siglos por Hugo Grotius.
Después de un largo olvido, el interés por la obra grociana resurgió al término de la Gran Guerra, cuando se fraguó la Sociedad de Naciones en reuniones como la tenida en Donostia en 1920. Tal como la imaginó su principal impulsor, el presidente norteamericano W. Wilson, habría de funcionar como cuerpo de arbitraje permanente para la seguridad colectiva dotado de los instrumentos transnacionales para hacer cumplir las sentencias. Sin embargo, hizo falta otra guerra mundial, y la subsiguiente amenaza atómica, para que cuajara una organización mundial con tales aspiraciones, la ONU.
Un siglo después de la efeméride donostiarra y tres cuartos desde Hiroshima y Nagasaki, hoy nos adentramos en un escenario inquietante, entre tensiones geopolíticas crecientes, con los mecanismos e instituciones de seguridad y de conciliación muy debilitados, y el multilateralismo en horas bajas; y en el horizonte, una nueva carrera de armamentos.
Estamos en manos de tipos como Xi, Putin, Trump, Modi, Kim Jong-un, Netanyahu..., nuevos 'Richelieus' nuclearizados que pretenden convertir el tablero político internacional en palenque de gallos donde medir el tamaño de sus atributos. «Podríamos comparar la situación con una reunión de delincuentes juveniles encerrados en una habitación llena de material inflamable, a quienes se entrega una caja de cerillas con la piadosa advertencia de no utilizarla»: la metáfora de Arthur Koestler en su alegato antinuclear de 1969 sigue vigente.
La interesante exposición del Koldo Mitxelena 'San Sebastián, Ville de la Paix', y la publicación complementaria del historiador Carlos Rilova, muestra bien cómo la paz es una construcción colectiva que emerge de la razón y de la voluntad: una cuestión de ciencia y de conciencia.
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