Alerta mundial, síntomas de empacho de cemento en China. La segunda promotora inmobiliaria del país, Evergrand, 'grande para siempre', ha entrado en quiebra sembrando dudas sobre la economía del gigante. Ya conocemos por aquí ese paño: frenesí urbanístico, créditos a tutiplén, deuda desbocada, agujeros bancarios, ... huida hacia adelante de los políticos y, finalmente, batacazo. Otro 'milagro económico' que torna en pesadilla.
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Desde hace una década China protagoniza el mayor 'boom' de construcción en la historia universal. Cada trienio consume ella sola más hormigón que Estados Unidos durante todo el siglo XX. Ahí es nada. Pese a que el hormigón se liga mezclando materiales en principio inocentes (piedra caliza, arcilla, arena, grava, acero y agua), dadas las desorbitantes cantidades que hoy se vierten resulta terriblemente dañino para el medio: si la industria del ramo fuera un país ocuparía el tercer lugar por emisiones de CO2 tras las dos grandes potencias. Por no hablar de las cada vez más frecuentes inundaciones con devastadores efectos que en buena medida son consecuencia de ese alfombrado roqueño que asfixia la tierra e impide un rápido drenaje.
Anselm Jappe, autor del muy esclarecedor 'Hormigón. Arma de construcción masiva del capitalismo' (ed. Pepitas de Calabaza), lo describe como la genuina expresión del sistema. Por sus cualidades, es material que se amolda idealmente a un mundo acelerado, siempre en transformación y sin más perspectiva temporal que la presente. Una masa amorfa, carente de límites y por ello mismo adaptable a todo tipo de encofrados; que aun no existiendo en estado natural se ha vuelto tan omnipresente como el aire mismo; y −extremo este fundamental para su rentabilidad− de rápida obsolescencia (se degrada en un plazo máximo de cincuenta años). A tenor de estas prestaciones, la integración hace ya más de medio siglo en el ciclo económico del 'concreto', como se le llama en América, ha influido decisivamente para hacer de las edificaciones mercancías como cualquier otras. En suma, para dar concreción a un desbarre colectivo.
Dentro de millones de años, la capa geológica correspondiente al Antropoceno tendrá forma de revoltijo de plásticos, hormigón, chatarra y acero oxidado. Si quedan arqueólogos deducirán que la nuestra fue una civilización de materiales malos, baratos y destructivos. De pobres medios, pero sobre todo de estúpidas ambiciones. Será la lectura nada gloriosa que ofrezca el sedimento de este mundo en el que vivimos.
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