Nada que contar
El oficio de vivir ·
El 11 de abril de 1954 es considerado como el día más aburrido o insípido del siglo XXSecciones
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El oficio de vivir ·
El 11 de abril de 1954 es considerado como el día más aburrido o insípido del siglo XXEn su muy recomendable 'Aprendívoros. El cultivo de la curiosidad' (ed. Turner), Santiago Beruete cuenta una peculiar experiencia que llevó a cabo con sus alumnos. Dentro de la asignatura de Ética, les puso como examen permanecer en completo silencio sin dormirse, dibujar, leer o cualquier ... otra distracción: aprobaba quien 'supiera' no hacer nada durante determinado tiempo. Podría parecer la cosa más sencilla del mundo, pero en absoluto lo era para aquellos adolescentes pertenecientes a una generación antropológicamente dispersa.
Dentro de la tradición taoísta, la inactividad supone una ocupación de provecho: es la llamada 'vía del no-hacer', opuesta a la frenética hiperactividad de los occidentales quienes concebimos la quietud y el reposo reflexivo como una carencia. Por esto, solo a retorcidas mentes europeas se les pudo ocurrir preguntarse cuál fue el día más aburrido o insípido del siglo XX. Procesando varios cientos de millones de datos, los investigadores de la Universidad de Cambridge extrajeron una fecha, el 11 de abril de 1954, domingo igual que hoy, cuando nada notable sucedió salvo unas elecciones en Bélgica y el nacimiento de un futuro académico turco.
La miga del asunto está en que la insustancial jornada de hace sesenta y siete años, destinada normalmente a caer en un completo olvido, ha entrado en los anales como memorable, de la misma manera que el no-examen del profesor Beruete seguramente pervive en el recuerdo de sus alumnos. Memorable y en buena medida fascinante visto desde este presente nuestro asaltado de acontecimientos de toda clase, signo y fortuna que se suceden encadenados día tras día sin apenas tiempo para asimilarlos.
«Un sabio oriental pedía en sus plegarias que la divinidad tuviese a bien dispensarle de vivir una época interesante. A nosotros, como no somos sabios, la divinidad no nos lo ha evitado y vivimos una época interesante. En todo caso, no admite que podamos desinteresarnos de ella». Estas palabras de Albert Camus parecen hacerse eco de la concepción que tenía su compatriota Montesquieu de lo que fuese un pueblo feliz: aquel cuya historia se lee con aburrimiento. No creemos, desde luego, que los historiadores del futuro vayan a bostezar demasiado con la lectura de este siglo nuestro.
Sin embargo, ¿no le sucede también a usted que, a veces, le apetecería vivir en un tiempo normalito y solo moderadamente interesante en el que toda la actualidad sesteara en un dulce, sosegador y aburrido domingo sin novedades?
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