CONTEXTO Y RESPONSABILIDAD
El árbol de la ciencia ·
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La mayoría pensamos en el comportamiento de los objetos y las personas en términos puramente dispositivos, en función de una serie de propiedades. Por ejemplo, una piedra que se arroja al agua se hunde porque tiene la propiedad de la gravedad y un trozo ... de madera flota porque tiene la cualidad de la ligereza. Una persona se comporta honestamente porque posee la virtud de la honradez y, si no la posee, no puede exhibir esa conducta. Sin embargo, la comprensión de la conducta humana requiere siempre una referencia a la situación en la que la persona está inmersa. En los años 70, el psicólogo Stanley Milgram llevó a cabo su famoso experimento: Pidió a personas normales que aplicaran una descarga eléctrica a un sujeto que se quejaba de dolor y decía tener antecedentes cardiacos. Dos tercios de los participantes incrementaron la intensidad de la descarga a pesar de los alaridos de dolor. Seguro que ninguno de ustedes lo haría ni pensaría que su mejor amigo podría comportarse de ese modo. ¿Y si, como hicieron los participantes, usted se hubiera comprometido a obedecer las instrucciones del director el experimento? (Para su tranquilidad, el individuo que recibía los calambrazos era un actor compinchado con Milgram, algo que todos ignoraban). ¿Cumpliría su compromiso o se negaría?
En las sociedades occidentales, se da por hecho que la gente se comporta de un modo concreto (honesto, diligente, amigable, agresivo,…) porque tiene esa virtud. Es el denominado error de atribución. Además, si alguien es diligente en una situación específica, se supone que va a serlo también en cualquier otra coyuntura. Sin embargo, la correlación entre el comportamiento desplegado en una condición y en otra es inferior a un 20%. Es decir, es mucho más probable que el comportamiento varíe entre una situación y otra. O, dicho de otro modo, el factor más determinante de una conducta es la coyuntura que se está viviendo. Los seres humanos somos muy malos definiendo las cualidades de una persona porque solo la conocemos en determinadas tesituras. Sobrevaloramos el papel de los rasgos personales e infravaloramos la importancia de las circunstancias. Y, sin embargo, somos nosotros y nuestras circunstancias, como dijo Ortega y Gasset. Por eso muchos asesinos, pederastas, violadores y maltratadores son muy simpáticos entre el vecindario. Y personas pacíficas pueden convertirse en monstruos violentos si el contexto lo demanda. Si observáramos a muchas personas en un gran número de situaciones fijas, veríamos que la predictibilidad del comportamiento es muy pobre El contexto manda.
¿Y quién dibuja el contexto? ¿Era Milgram responsable de la crueldad de los participantes en su experimento, si estos eran libres de elegir pero habían firmado un compromiso? ¿Es responsable un soldado que obedece órdenes? Parece claro que quienes tienen la capacidad de esbozar el contexto tienen también una enorme responsabilidad, en especial cuando de él depende el comportamiento de miles de personas. La responsabilidad tiene mucho que ver con la función del lóbulo frontal y sus conexiones con las áreas implicadas en la regulación de las emociones. Es decir, con los aspectos éticos de la toma de decisiones, con prever las consecuencias. La responsabilidad es el rostro serio de la razón, una muestra de su prevalencia sobre la emoción. Sin embargo, la responsabilidad es un valor en caída libre y es muy tentador distorsionar contextos para estimular las emociones y manipular conductas individuales o colectivas. Es muy característico de la propaganda y el fanatismo populista. Y si las cosas se van de las manos, siempre se puede responsabilizar al otro, al propio contexto o al cerebro, quién sabe.
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