El cuarto oscuro
El oficio de vivir ·
A Ratzinger se le encomia como brillante teólogo que ahondó en la dimensión filosófica de la religiónSecciones
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El oficio de vivir ·
A Ratzinger se le encomia como brillante teólogo que ahondó en la dimensión filosófica de la religiónA lguien comparó la Teología con un señor vestido de negro y con gafas negras que entra en un cuarto oscuro a buscar un gato negro que no está allí; al cabo de un rato sale con el gato: es Dios. Versión prestidigitadora, y no ... exenta de humor, de la búsqueda humana de respuesta a las preguntas últimas, una respuesta sobre la que no acabamos de ponernos de acuerdo si —suponiendo que fuera alcanzable— vendría por intuición o por conocimiento: o sea, si el gato nos caerá mullidamente en brazos o si hemos de ir tanteando hasta topar (o no) con él, a riesgo de llevarnos unos cuantos arañazos.
A Joseph Ratzinger se le despide como a brillante teólogo que ahondó como pocos en la dimensión filosófica de la religión con cifra en la vieja dualidad entre entendimiento y fe. Desde Pablo Tarso a Lutero pasando por san Agustín, toda una corriente teologal ha condenado a la razón, 'la loca de la casa', como obstáculo para la salvación. Contra los herederos de este antihumanismo cristiano se pronunció Voltaire con otra metáfora irónica y fluorescente: solo tenemos una pequeña luz para orientarnos: el raciocinio; pero viene el teólogo, dice que alumbra poco, y la apaga.
Hasta donde nos alcanza lo leído, Ratzinger partía de la prevención pascaliana contra los dos excesos, el de no admitir la razón y el de no admitir más que la razón. De ello sacaba como consecuencia que tan cierto es que allí donde la inteligencia es reprimida la religión se patologiza, como que la mente pensante enferma o se vuelve destructiva a menos que reconozca sus límites y aprenda a escuchar a las grandes tradiciones espirituales. En consecuencia, entre razón y religión habría correlación y mutua necesidad.
La música suena bien pero la letra no tanto en la medida que a la fe, vista aquí como extensión metafísica de una razón alicorta, se le atribuye valor de 'ultima ratio' (valga la paradoja). Cuando lo cierto y verdad es que solo gracias a la capacidad de comprensión racional podemos sondear los límites y excesos de la propia razón, pero también los del sistema intuitivo. Como diría un analítico, «se equivocaba sobre el mobiliario del mundo».
No hay nada más delicado, más modesto y austero que el entendimiento que libremente intenta abrirse paso en las habitaciones oscuras de la realidad. Mediante la razón, siempre provisional e incierta, podemos avanzar y rectificar: con luces cortas y de autonomía limitada —se nos dirá—, pero luces naturales y, al fin y al cabo, humanas.
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