¡Cuidado: hay libros!
El oficio de vivir ·
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El oficio de vivir ·
Las bibliotecas públicas juegan un papel determinante para la democratización de la culturaSabido es que con la invención de la imprenta por Gutenberg se inicia la Modernidad, una era caracterizada por la autonomía de la conciencia y la mayoría de edad del juicio humano. El sujeto, con la Biblia y los clásicos de la Antigüedad entre las ... manos, podrá buscar su propio camino hacia la salvación celeste o terrestre. La lectura se irá asociando cada vez más al retiro, al repliegue íntimo. Para dicho ejercicio, en los hogares se habilitaban espacios de recogimiento adaptados a la lectura en privado: la biblioteca, el escritorio, el gabinete, el estudio... amueblados ad hoc con sillones orejeros, meridianas, 'duchesses', sin olvidar la cama, envoltorio predilecto para tantos lectores y lectoras.
Pero estos eran usos y costumbres de minorías porque casi hasta el siglo XX la puerta de la cultura estará cerrada para la gente humilde. En su democratización tuvieron y tienen un papel determinante las bibliotecas públicas donde cualquier persona está invitada a cultivar la imaginación y el conocimiento, a forjarse criterio y conquistar una libertad interior (sin olvidar por ello que los libros también nos enseñan «lo tontos y estúpidos que somos», como apuntaba el agudo Ray Bradbury).
Detrás de la letra escrita siempre ha habido inquisidores al acecho. Según la tradición, el califa Omar ordenó destruir la mítica biblioteca de Alejandría (que los griegos consideraban «un hospital para el alma») con un argumento tan 'bibliófobo' como este: «Si sus libros son conformes al Corán, no los necesitamos; y si contradicen al Corán, no los queremos». Más cercanamente, recordemos los autos de fe librescos de los años treinta organizados por los nazis en Berlín y por los requetés en tierra vasca. Hoy, talibanes y yihadistas atacan bibliotecas y museos, pero mucho tendrán que esforzarse para estragar como los estadounidenses: en 1986, un devastador incendio consumió más de un millón de ejemplares de la Biblioteca Central de Los Ángeles; las causas jamás se esclarecieron.
El fanatismo y la imbecilidad son algunas de las amenazas que enumera William Blades, impresor y bibliógrafo inglés, en su encantador 'Los enemigos de los libros'. Otras son: la arrogancia de los arquitectos, el fuego, la atmósfera seca o húmeda, los parásitos, los ladrones, el polvo, los encuadernadores torpes... Y acaso la peor de todas por tratarse de la más resistente al paso de los siglos: la indiferencia. Enemigo terrible para el libro en la Edad Media tecnologizada hacia la que nos encaminamos.
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