![Declarar la interdependencia](https://s3.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/202011/15/media/cortadas/59918963--1248x694.jpg)
Declarar la interdependencia
EL FOCO ·
Los europeos no tenemos mejor aliado que Estados Unidos en un mundo de incertidumbres y también de oportunidades. Hay grandes expectativas de recuperar y poner al día una relación transatlántica maltrechaSecciones
Servicios
Destacamos
EL FOCO ·
Los europeos no tenemos mejor aliado que Estados Unidos en un mundo de incertidumbres y también de oportunidades. Hay grandes expectativas de recuperar y poner al día una relación transatlántica maltrechaLa victoria de Joe Biden puede tener consecuencias muy positivas para la política exterior de su país. Es más difícil aventurar, sin embargo, lo que ocurrirá en el ámbito doméstico. La escisión de los votantes en dos mundos paralelos, que consideran a la otra mitad ... fuente de todos los males, es un problema político mayúsculo. El nuevo presidente acertará si ignora a la izquierda de su partido y se enfrenta a la pandemia y a la crisis económica tendiendo puentes y dialogando con aquellos republicanos dispuestos a olvidarse de Donald Trump.
A cambio, en política internacional el margen de discreción de un presidente de Estados Unidos es muy amplio, incluso si su partido no controla el Senado, algo que se decidirá en la votación del 5 de enero en Georgia. Biden presidió y prestigió la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara alta. En sus ocho años como vicepresidente de Obama participó activamente en una política exterior inspirada en el realismo y en un giro hacia Asia. La actitud hacia una Europa carente de grandes proyectos no fue de entusiasmo, pero sí de cooperación, planteando un ambicioso acuerdo de comercio e inversiones con la UE o literalmente salvando el euro del precipicio en 2012. Entre los presidentes de los últimos cincuenta años solo George H. Bush estaba más preparado que Biden en cuestiones internacionales al aterrizar en la Casa Blanca. El ilustre tejano había sido representante diplomático en China, embajador en Naciones Unidas, director de la CIA y vicepresidente con Ronald Reagan.
El presidente electo se ha presentado a las elecciones respaldado por un nutrido equipo de expertos en política exterior y defensa. Es consciente de que la línea divisoria entre política doméstica e internacional hace tiempo que se ha desdibujado. Los nombres que ya se barajan para los puestos más importantes –Estado, Seguridad Nacional, Defensa– son viejos conocidos. Provienen de la Administración Obama y representan más a los halcones que a las palomas, proclives al intervencionismo y a mostrar una renovada firmeza en la proyección exterior del país. China es su prioridad. Después de la política errática de Trump y sus preferencias aislacionistas, no será fácil tejer una relación constructiva con un Gobierno en Beijing cada vez más nacionalista y seguro de sí mismo. Trump, además, ha minado el papel del Departamento de Estado y, sobre todo, se ha encargado de pulverizar a conciencia el poder blando o de atracción de su país. Su manera simplista de entender la política exterior como un juego en el que para que uno gane los demás tienen que perder, ha acabado debilitando a la primera potencia del mundo.
Para la mayoría de los europeos, la llegada de Biden a la Casa Blanca es una gran noticia. Con algunas excepciones de los países con Gobiernos iliberales (Polonia, Hungria, Eslovenia) hay grandes expectativas de recuperar y poner al día una relación transatlántica maltrecha. Nunca antes un presidente de Estados Unidos se había manifestado en contra de la integración del continente y había despreciado a sus aliados europeos. Las imágenes celebrando el Brexit con su amigo Nigel Farage, representante del peor nacionalismo, o las declaraciones llamando «delincuentes» a los miembros de la OTAN incapaces de aumentar con suficiente rapidez el gasto en defensa son difíciles de olvidar.
Es muy posible que Trump ignorase el papel crucial de Estados Unidos en la creación de las Comunidades Europeas hace setenta años. El borrador de la Declaración Schuman de 1950, el texto fundacional de la unificación política y económica de un continente destruido por las guerras, obtuvo el respaldo de la Administración Truman antes de que conociera su contenido el Gobierno francés o el alemán. Jean Monnet, el padre fundador más visionario, hizo historia con todo el apoyo y el asesoramiento norteamericano. «Monnet el americano», como le llamaban sus detractores en Francia, se inspiró en la experiencia federal de Estados Unidos. Al final de su larga carrera, convenció a John F. Kennedy de la necesidad de crear una comunidad atlántica que sumara a norteamericanos y europeos. El malogrado presidente dedicó su discurso de celebración de la fiesta del 4 de julio de 1962 en Filadelfia a hacer una «declaración de interdependencia» entre Estados Unidos y Europa. Este último proyecto de Monnet no llegó materializarse, pero la guerra fría sirvió de pegamento durante décadas de una relación estrecha, inspirada en valores democráticos y en vínculos comerciales y económicos muy beneficiosos.
La actual Unión Europea no es todavía en un actor global con poder suficiente. En algunas materias –comercio, cambio climático– tiene capacidades y peso propio, pero arrastra un déficit crónico en cuestiones de seguridad y defensa. La diplomacia europea sigue lastrada por una toma de decisiones ineficiente, basada en la unanimidad de 27 socios. Las crisis sufridas en los últimos doce años –moneda única, refugiados, 'brexit' y covid-19– a veces han creado graves divisiones internas y en otras ocasiones han propiciado una mayor integración. Alemania y, en menor medida, Francia, serán interlocutores privilegiados de la Administración Biden, junto con los responsables de las instituciones de Bruselas. Los demócratas admiran a la canciller Angela Merkel, líder del mundo libre estos últimos cuatro años, quien por desgracia dejará el poder en 2021. El Gobierno de Boris Johnson se encuentra ahora en una situación delicada y peligra su relación ya no tan especial con Estados Unidos. La llegada a la Casa Blanca de un presidente norteamericano muy proirlandés, le lleva a levantar a toda prisa las reticencias hacia un acuerdo económico y comercial con la UE que garantice la unidad económica de la isla de Irlanda y de paso a enmendar su desprecio del Derecho Internacional. En esta nueva etapa desde Washington se espera que la suma de la UE y sus principales Estados miembros aumenten su implicación global y se conviertan en socios eficaces. La lista de tareas pendientes es abrumadora: entre ellas, la lucha contra las pandemias, la contención de China, la emergencia climática, la disuasión nuclear, el fortalecimiento del multilateralismo y abordar las consecuencias de la revolución digital. Los europeos no tenemos mejor aliado que Estados Unidos en un mundo de incertidumbres y también de oportunidades. De nosotros dependerá que un día Joe Biden vuelva a declarar la interdependencia entre ambas orillas del Atlántico.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.