DEMOGRAFíA, PLANETA E INMIGRACIóN
El árbol de la ciencia ·
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El periodista científico Daniel Cossins se preguntaba si para mitigar el calentamiento del planeta debería imponerse un control de la población. En 2100 habrá 11.000 millones de personas. Si seguimos con el modo de vida actual, se prevén tres consecuencias de efectos nefastos: agotamiento ... de recursos, calentamiento planetario y desigualdad. Es un desafío colosal si queremos dejar un mundo mejor a las futuras generaciones. En 1798, el escritor Thomas Malthus predijo que el aumento de la población que se vivía en aquel entonces conduciría a una grave carencia de alimentos y a la muerte de mucha gente. Este augurio pesimista no se cumplió y el malthusanismo cayó en descrédito. Hoy la situación no es equiparable, pero ¿debemos preocuparnos y hacer algo? Algunos expertos en bioética proponen reducir la tasa de nacimientos en África donde el índice de natalidad es de 4,7, duplicando el 2,1 previsto y que garantiza el relevo generacional. Plantean políticas de control de natalidad ofreciendo rebajas fiscales y acceso gratis a la educación. Incluso se contempla darle un valor ético, lo que cargaría la responsabilidad sobre la mujer, algo totalmente inaceptable.
Pero, los datos indican que el problema no es África sino Occidente cuyos países consumen más recursos y contaminan más. El estadounidense medio emite 16 toneladas de CO2 al medio ambiente cada año, el europeo 7 y el africano infinitamente menos. Y sin embargo, las consecuencias las pagarán los países pobres, menos preparados para los desastres naturales y con acceso restringido a los alimentos. Las soluciones tecnológicas tardarán en llegar y ser eficientes. La vieja Europa podría sentirse ajena al debate pues su índice de natalidad está por los suelos, pero hay una propuesta alternativa que nos incumbe: ¿Por qué en lugar de limitar la natalidad en Africa no se pone freno al objetivo de alargar la vida hasta los 120 años? Al fin y al cabo el aumento de natalidad proporcionará fuerza laboral para el despegue económico y social de Africa, mientras que el incremento del número de personas ancianas en sociedades emisoras de CO2 solo supone un consumo de recursos.
Estos expertos añaden otro elemento al debate. El Estado del bienestar ha propiciado que cada vez vivamos más y, a su vez, la longevidad es una amenaza para su sostenibilidad por el elevado coste de la atención a la dependencia y de terapias médicas y quirúrgicas. Vaticinan que la eutanasia será una obligación moral para quien padece una enfermedad incurable, especialmente en el último año de su vida que supone el 90% del gasto sanitario y social. Escalofríante y cruda visión que suscita una reflexión con muchos interrogantes. Africa quiere vivir y no tiene recursos; Europa languidece y le sobran recursos. ¿Se debe promover la investigación para alargar la vida? ¿Se tranquilizaría nuestra conciencia invirtiendo más en ayuda a los países en vías de desarrollo? Excepto para los ultranacionalistas xenófobos y populistas, la inmigración puede ser parte de la solución. Entonces, ¿es inteligente ponerle obstáculos y asistir impasibles a las tragedias del telediario?
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