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El ejercicio físico es un pilar básico para la buena salud cerebral. Aumenta la materia gris del cerebro infantil y retrasa su envejecimiento. Hoy se logran hazañas asombrosas gracias a la adaptación del cuerpo. El metabolismo energético de las células y la evolución biomecánica de ... músculos y articulaciones posibilitan tales proezas.
No obstante, cabe preguntarse si poner al límite la capacidad física es una expresión sana del deporte, incluso en profesionales. De hecho, la práctica deportiva puede inducir cambios negativos en algunos órganos, más intensos y precoces cuanto más se haya forzado la máquina. Dos ejemplos son el cerebro de alpinistas y el de boxeadores y jugadores de fútbol americano.
Cada vez hay más amantes de la montaña que ascienden a cimas superiores a los tres mil metros. Cinco mil personas escalan cada año los picos del Himalaya. La temperatura y la presión de oxígeno son menores a esa altitud y esto afecta al cerebro.
Las variaciones agudas producen el mal de altura con dolor de cabeza, insomnio, fatiga, confusión y vómitos, que puede progresar hasta un edema cerebral con hemorragias y coma. Los cambios crónicos pasan desapercibidos, pero pueden causar atrofia cerebral y daño a la sustancia blanca. Hay una relación directa con la altura ascendida: a más altura, más lesiones. Los sherpas, habituados a vivir en las cumbres, tienen menos anomalías, lo que indica que el periodo de aclimatación es vital para un alpinista.
Cada año cuatro millones de estadounidenses sufren una conmoción cerebral durante la práctica de deportes, en especial boxeo, fútbol americano, hockey sobre hielo y fútbol. La conmoción aguda se manifiesta con confusión mental, desorientación y repetición constante de alguna cosa. Las puertas de acceso a la memoria se cierran y no penetra ninguna información nueva. Normalmente es una situación leve y transitoria, pero un golpe brutal, puede conducir al coma y al estado vegetativo. Además, su reiteración puede provocar demencia por encefalopatía traumática crónica.
Un reciente estudio comprobó que 110 de 111 cerebros de ex-profesionales de la Liga de Fútbol Americana (NFL) mostraban lesiones típicas de encefalopatía traumática. La relación entre los miles de golpes craneales leves y las lesiones cerebrales no es concluyente pero parece obvia.Hace años que el patólogo Bennet Omalu lanzó la alerta, recogida de forma espléndida en la película ‘La verdad duele’. Entonces la NFL acordó pagar cinco millones de dólares a cada jugador retirado con secuelas neurológicas graves.
También se ha modificado el protocolo de actuación ante un traumatismo craneal, pues no es razonable que una minirotura de fibras suponga 15 días alejado de la competición y una conmoción se despache con un test, un escáner y pocos días de reposo. Ahora las evaluaciones son más estrictas y continuas. Numerosas asociaciones médicas solicitan la exclusión de ambas disciplinas de la lista de deportes, pero ¿quién pone el cascabel al gato? El show debe continuar.
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