Antes que desaparezcan
El oficio de vivir ·
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¿Somos mucho mejores los 'ecoloclastas' occidentales que los iconoclastas talibanes?Con el recuerdo de la voladura de los budas gigantes del valle de Bamiyán y de otros atentados talibanes durante su anterior gobierno (1996-2001), cunde hoy el temor por la suerte del riquísimo patrimonio cultural y religioso afgano. Así lo ha denunciado el Consejo ... Internacional de Museos, que viene de publicar una 'Lista roja' de bienes artísticos y arqueológicos en peligro de destrucción, tráfico y contrabando.
Sabido es que el fundamentalismo musulmán no entiende de historia ni de simbología. Según su dogmática, la verdad fue dictada de una vez y para siempre al profeta Mahoma por un ángel en el cielo, el Corán, texto que no puede ser objeto de exégesis histórico-crítica ni del que cabe otra interpretación que la literal; rechazan el progreso como ilusión materialista y cualquier clase de vínculo con lo sagrado que no pase por 'el libro' y la oración es anatematizada. Su utopía se halla en el pasado. De este modo, allí donde gobierna el fundamentalismo la vida profana queda petrificada al servicio de la pureza religiosa.
Los devotos radicales del islam nos consideran a los occidentales vulgares iconólatras, adoradores de objetos, huérfanos de toda sensibilidad espiritual. Para los barbudos, civilización condenada es aquella donde la gente se postra ante el escudo de su club de fútbol, hace vigilia en espera de la inminente aparición del iPhone 13 o cruza el mundo en avión para echarse sobre una hamaca al pie de una piscina. Algo de razón ya tienen, reconozcámoslo.
Porque díganme si no hay que estar completamente descarriados para practicar una aberración como el 'turismo de la última oportunidad'. Se trata de una moda viajera que incita a apresurarse a 'disfrutar' de ecosistemas potencialmente condenados a desaparecer por el cambio climático: por ejemplo, paseos por los glaciares y cruceros por las regiones polares en acelerado deshielo donde fotografiar a osos blancos en extinción, visitas a los arrecifes de coral o a islas donde aún viven en paz tortugas marinas, entre otras ofertas apocalípticas que pronto solo serán visibles en los reportajes de National Geographic. Turismo para quienes puedan pagarse el placer de erosionar un poco más santuarios naturales 'antes que desaparezcan', con la coartada bien servida por los touroperadores de que de este modo se contribuye a la concienciación social.
Tan perverso pasatiempo nos pone ante el espejo de nuestra realidad: ¿somos mucho mejores los 'ecoloclastas' occidentales que los iconoclastas talibanes?
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