Seguimos asistiendo en este mundo a episodios que parecen sacados de las tragedias griegas. Poco hemos cambiado salvo alguna decena de años más de vida, pero sin estar seguros de haber puesto más vida a esos años. Epicuro, filósofo griego (siglo IV a. C.), planteó este dilema sobre el mal: «Si Dios puede y no quiere, no es bueno; si quiere y no puede, no es omnipotente». Dilema falso porque Dios no es literalmente omnipotente, ni un mago. Nada puede ante las matemáticas, ni la naturaleza. Menos aún contra la libertad del hombre, a quien creó tan libre como para poder llegar a negarle. Solo nos la puede quitar quien se cree dios sin serlo. Una libertad que es nuestra mayor seña de identidad como humanos y nuestro mayor riesgo, el de poder llevarnos a la negación de nosotros mismos, a toda costa. Dios sólo pregunta ¿dónde está tu hermano? Ayer a Caín, hoy a Tomás, padre y asesino de Olivia y Anna. A nosotros nos corresponde responder a los problemas. Empezando por respetar hasta la veneración, el fenómeno mujer y el acontecimiento de ser madre.
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