Contra toda discordia
El oficio de vivir ·
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La impresión de que la Navidad es una fiesta pagana ha pervivido con significativa persistenciaQué tiene la Navidad para que seduzca a tanta gente de distintas creencias y de ninguna? Preguntamos a nuestro alrededor qué acontecimientos o ideas se conmemoran por Pentecostés, Adviento o Cuaresma y muchos no saben respondernos con precisión. No sucede lo mismo respecto a la ... Navidad que ha resistido a la secularización con vigor y, en parte, también con sentido. Algo tiene que vitaliza sentimientos y suscita actitudes incluso entre profesantes de otros credos a quienes vemos aquí, cada año, sumarse a ella de modo espontáneo y desprejuiciado; y no creo que ese algo pueda reducirse a la satisfacción de deseos materiales que impone la sociedad de consumo, aun sin negar su colosal influencia.
La respuesta naturalista se orienta a la crisis solsticial. Ritos y celebraciones de acompañamiento al renacer del astro rey tras su debilitamiento otoñal son tan ancestrales como la propia cultura humana. El 25 de diciembre era el aniversario de más de un 'dios sol' persa, fenicio, egipcio e incluso teutón, a menudo festejados con el encendido de luces. El sincretismo operado allá por los siglos IV-V al establecer la fecha de ayer como natalicio de Cristo no estuvo exenta de distorsiones al punto que todo un Padre de la Iglesia, san Agustín, arremetió contra los –se supone que numerosos− cristianos que seguían asociando la Natividad con el renacer del Sol.
La impresión de que en su sedimento más profundo la Navidad es una fiesta pagana ha pervivido con significativa persistencia. Ya la propia Iglesia oriental la juzgaba como una innovación de origen gentil, y no menos refractarios se mostraron luteranos y calvinistas en su negativa que acompañaban con el rechazo del dogma de la maternidad divina. De hecho, una ley del parlamento inglés de 1644 prohibió estas celebraciones acusadas de paganismo. Los recelos hacia la Navidad como manifestación de una herética incrustada en la cristiandad vienen, pues, de muy lejos y se actualizan en el discurso tanto de los católicos como de los protestantes más íntegros que ven en ella elementos contrarios a la pureza de la fe.
Nuestra opinión es que la festividad en la que nos encontramos trasluce costumbres y creencias paganas, sin duda, pero a las cuales el cristianismo insufló un sentido espiritual nuevo. Representa, en su hondura, el ensayo general de una convivencia sin discordia dentro y fuera del seno familiar, como unas maniobras colectivas con vistas a una utópica armonía universal. Esto explicaría su perennidad y su atractivo.
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