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La manipulación busca crear una disposición a aceptar positiva o negativamente ciertos mensajes, es un proceso que precede a toda toma de decisión y es anterior a la formación de la opinión y de voluntades
El señor Mario Vargas Llosa el pasado 20 de enero ... tomó la palabra en la Convención del PP. Y pontificó sobre los nacionalismos, a su estilo, sesgando cada vez que arremete obsesivamente con esa cuestión. Don Mario aprovecha cada una de sus comparecencias públicas para arremeter contra una doctrina 'discriminatoria', como según él es el nacionalismo, y obviamente en la Convención Nacional del PP no podía ser menos, se explayó sin rubor ni pudor alguno: «Todo nacionalismo es profundamente racista, discriminatorio, y parte de un criterio que es falso: el de la superioridad de una comunidad simplemente en función del territorio en el que nació… no hay nacionalismo que no esté cargado de prejuicios… el nacionalismo es uno de mis enemigos a derrotar… es el mayor veneno de la historia». Y lo hizo donde y precisamente en un ambiente exaltado de valor patriótico al máximo, ante una enorme bandera rojigualda ondeando a los vientos y ante un público enfervorizado en su españolidad más cerrada.
Yo admiro la prosa de don Mario, envidio su dominio del castellano, su ser literario, imaginación e envidiable capacidad como escritor. Confieso que he leído casi todas sus novelas y que guardo de ellas un buen recuerdo, de verdad. Don Mario ha hablado de los nacionalismos alimentándose, como siempre, de la versión más sectaria, reaccionaria, tullida, parcial y pobre. Impropia disertación para un personaje como don Mario que no distinguiendo, ni pretendiendo hacerlo, mezcla y se pone de perfil, ante las muy variadas versiones de los nacionalismos, véase: los dominantes y no dominantes, ofensivos-expansivos-estatales o defensivos resididos en naciones sin estado, excluyentes o inclusivos, democráticos y los que no lo son. Para don Mario, todo nacionalismo es perverso, sólo es uno, y no trino o variado, pontifica sobre la paja en el ojo ajeno como si los suyos radiando por encima del bien y del mal no fuesen un almacén de vigas. Don Mario hace así un flaco favor a la causa del análisis objetivo y del mínimo rigor, su interpretación es buscada, de parte, interesada, sectaria y falsea la realidad de los nacionalismos democráticos periféricos de y en España. Don Mario, para una clara mayoría de la ciudadanía española España es un Estado y una nación, la única, pero para muchos vascos, catalanes y gallegos España es sólo lo primero, un Estado más o menos centralizado o no, pero un Estado, y a lo más una nación de naciones, pero no 'la' nación, no 'su' nación.
La polémica en cuestión, el debate de los términos, es constatación de la complejidad, incluso conceptual sobre España: estado-nación, nación de naciones, patria común de todos, estado plurinacional, invención, artificio, realidad histórica, sociedad forjada por la historia, incluso para algunos España sería desde los reyes católicos una «unidad de destino en lo universal», lugar donde no caben otro tipo de veleidades conceptuales, y menos realidades diferenciadas. Pero por encima de disquisiciones más o menos cultivadas acerca de lo que ha sido la historia más o menos compartida y de las tertulias intelectuales de lo que es realmente el concepto de estado, de nación, de lo que son España, Cataluña, Galicia y Euskadi, se puede constatar sin excesivo esfuerzo alguno, que Cataluña y/o Euskadi, su ciudadanía sigue teniendo pulsión, vocación y voluntad mantenida, legítima y democrática de ser nación. Y la apuesta, la de algunos-muchos al menos, pasa consecuentemente por construirla poco a poco con la flexibilidad e inteligencia suficiente como para adecuarnos a los nuevos tiempos de retos plurales que van surgiendo en la Europa de 2019, seno de sociedades modernas, plurales, complejas, adultas y maduras.
Don Mario, atienda, y si es posible entienda, ¿por qué no aceptar, con naturalidad, que el nacionalismo vasco, o el catalán o el gallego responden a las voluntades democráticas de amplias capas de las sociedades respectivas? ¿Qué problema hay en abordar con naturalidad que puede haber percepciones y voluntades diferentes en aspectos jurídicos y políticos que abordan cuestiones tan enredadas históricamente entre «lo vasco o lo catalán», y el concepto unívoco de la España constitucional? ¿Por qué el bochornoso tratamiento intelectual que muchas veces se aplica a los nacionalismos periféricos, mezclándolo con lo más venenoso de la historia o como una cuestión retrógrada? ¿Por qué no puede haber percepciones diferentes, todas legítimas y con el mismo calado democrático, en referencia a aspectos socio-políticos que definen los diferentes grados de conciencia nacional vasca o catalanas? El nacionalismo no español en España, como el vasco, gallego o catalán han sido demasiadas veces impropiamente tratados. Pero guste o no, la cuestión de la existencia de los nacionalismos periféricos sigue pendiente, así como el déficit y dificultad de su encaje en lo constitucional de hoy.
Dicho lo dicho, aseguro que quien escribe estas líneas, vasco, nacionalista, demócrata, ciudadano de este siglo que le ha tocado vivir, a pesar de todo seguirá atentamente en su calidad de escritor y literato a don Mario, pero no en su versión de opinador político sobre nacionalismos. Es que es imposible saber de todo.
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